
Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino - Manuel Belgrano.
Se podría decir que mi vida es la de una mujer moderna promedio. Trabajo, voy al supermercado, cocino, estoy con mi familia, salgo con mis amigas, viajo. Nada fuera de lo común.
Intento, como todos, que mi vida
se desenvuelva en el ambiente más propicio y agradable posible. Lejos de
perturbaciones y en paz.
Pero en los tiempos que corren,
es difícil tomar distancia del fenómeno de decadencia moral que ocurre en la
Argentina y en el mundo.
A sólo días de la gran
movilización y manifestación que organizan distintos grupos civiles para
manifestar su descontento a un gobierno corrupto y autoritario, no puedo dejar
de plantearme que la crisis moral no es sólo política.
Hoy me fui de una farmacia,
enojada y sin comprar nada, por lo mal que me atendió el farmacéutico. Anoche me
pasó lo mismo en una heladería y la semana pasada viví la misma situación en
una tienda de productos gourmet. La gente no valora su trabajo. Los empleados
están desganados y no respetan al cliente. Los modales brillan por su ausencia.
Cada vez que tengo que cruzar la
calle, espero durante un largo tiempo que algún automovilista educado me deje
pasar. Nadie frena, aún cuando la luz blanca del muñequito indique prioridad
peatonal.
Los piropos que recibimos en la
calle no son: “qué linda que está hoy señora” o “qué bien le sienta ese vestido”.
En realidad, se reducen a un repertorio de guarangadas irreproducibles
expresadas de diversas formas.
El tener y el aparentar han
sustituido al saber y al ser. Somos todos caciques y ningún indio. Nos inflamos el
ego hasta convertirnos en una caricatura ridícula de nosotros mismos.
Los señores mayores dejan a sus
mujeres para salir con jovencitas inescrupulosas, y las mujeres se venden por
un pancho y una coca.
Los valores de la familia y de la
vida se someten a “debates” en las putrefactas cámaras de los representantes
del pueblo.
Anoche, domingo, recorrí las dos
cuadras que separan mi casa de la de mis padres para no encontrar en mi camino,
otra cosa que evidencia de la escoria de nuestra sociedad: proxenetas, gente
durmiendo en la calle víctima de la ineficiencia y la desidia de un gobierno, y
decenas de locales comerciales cerrados. Es que en este país prosperan las
actividades decadentes como la prostitución y el juego, y las actividades
productivas son castigadas con impuestos asfixiantes y trabas aduaneras.
Vivimos preocupados por lo que
hace el vecino. Sin ningún tipo de pudor, le gente te pregunta cuánto ganas,
con quién te casaste o dónde vivís.
Criticar al otro es el deporte
nacional, hablamos sin informarnos y generamos discordia con el que piensa
diferente.
El mal gusto se ha instalado en
la Argentina, en su clase política, empresaria, trabajadora y, en general, de
la mentalidad de su gente.
Estoy de acuerdo con lo de los malos modales de mucha gente en sus trabajos, Ceci. Entiendo que lo que hacen por ahí no sea de su agrado, pero eso no es suficiente para maltratar al cliente... Con ser cortés alcanza.
ResponderEliminarCreo que se trata también que cada uno de nosotros haga, desde su lugar, las cosas con la mayor alegría posible. Así empiezan los cambios...
Totalmente de acuerdo Cat. Cada uno tiene que hacer la diferencia desde su lugar, distanciándose de las malas costumbres y de los malos modales.
EliminarCariños!