lunes, 29 de marzo de 2010

El pecado de no entrar en el molde


Pareciera que existe un modelo predeterminado de lo que una buena mujer debe ser. Desde que nací en adelante, me he cansado de escuchar qué es lo que una señorita puede hacer y qué es lo que no debe hacer. Y si alguien osa a no acatar estas normas preestablecidas, la condena social es terrible.

Una señorita no puede tener carácter fuerte. “Con ese carácter no vas a conseguir novio” o “te vas a quedar solterona”. Siempre que una mujer contesta o reacciona frente a algo que la indigna, se asume directamente que “tiene carácter podrido”. Si manifestamos un enojo que salga de los límites de lo políticamente aceptable nos tildan de “locas” o “histéricas”.

Una señorita no debe tener opiniones muy formadas. Y si creemos con convicción en algo, entonces “somos soberbias”.

Una señorita debe ser humilde. Es que tener confianza en vos misma y sentirte bien en tu piel no está bien visto: "¿Y esta quién se cree? ¿Miss Universo?"

Una señorita tiene que querer tener hijos. De lo contrario, estaría yendo en contra de la naturaleza, de la ley de la vida. “La mujer que no es madre nos es mujer plenamente”. ¡Que cosa tan ridícula!

Estaría bueno que nos dejaran ser como somos, independizándonos de tanto prejuicio que anda dando vueltas.

Las mujeres no somos “histéricas”, tenemos sangre en las venas y tenemos carácter, como cualquiera, y punto. No somos soberbias ni creídas, simplemente tenemos las ideas claras y una autoestima sólida.

A la gente le molesta mucho cuando alguien no encaja en el molde.

No olvidemos que los preconceptos no hacen más que disminuir intelectualmente a quienes los esgrimen.
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viernes, 26 de marzo de 2010

Grandes Mujeres


No conozco nada más seductor que una mujer con mucha personalidad. De por sí, las mujeres somos seres más estéticos y bellos que los hombres. Pero si a esa delicadeza y elegancia de las curvas femeninas, le agregamos un espíritu grande, la combinación es exquisita.

Curiosamente, estas amazonas de la vida no suelen ser pacíficamente aceptadas. En general, existe cierta reticencia hacia ellas. Despiertan polémicas y antipatías, no sólo en hombres sino también en mujeres.

A mí estos personajes abrumadores me resultan fascinantes. En realidad, lo que me cautiva no son sus actos en particular, sino la pasión que ponen en ellos.

Actualmente estoy leyendo un libro de Patricio Lóizaga sobre Victoria Ocampo. Él describe a la escritora como una mujer increíble, y la compara con Eva Perón. Está claro que se trata de dos mentalidades y dos realidades completamente diferentes. Por un lado, una chica poco educada de clase obrera, con fuertes intervenciones en la vida política argentina. Por el otro, una aristócrata que se convierte en un ícono de la cultura nacional. Pero Lóizaga nos recuerda que ambas tuvieron mucho en común: la lucha por los derechos de la mujer, y las polémicas que generaron en sus círculos.

Podemos simpatizar o no con Victoria y con Eva, pero no podemos negar que siempre llevaron por dentro un fuego inagotable, una personalidad arrolladora.

No dejo de pensar que la pasión es un elemento clave para la vida. Las mujeres que viven guiadas por ella revolucionan el mundo. Dejan marca.

Pero ser apasionada es un arma de doble filo. Tanta energía, tantas ideas, pueden volverse inmanejables. Pienso, por ejemplo, en el suicidio de Virginia Woolf. Vivir intensamente tiene sus riesgos. Creo, sin embargo, que la vida lo amerita.
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domingo, 21 de marzo de 2010

La irresponsable


Tener un hijo es la decisión más importante que uno va a tomar en su vida. Permítanme fundamentar esta afirmación. Cuando elegimos qué carrera seguir, a dónde ir de vacaciones o con quién casarnos, generamos consecuencias principalmente para nosotros mismos. Seguramente afectaremos también la vida de otras personas, pero de modo indirecto. Y, en todo caso, se trata de personas conscientes.

Cuando se trae a una persona al mundo, ya no se trata sólo de uno, se trata de un tercero: el hijo o hija.

El progenitor es plenamente responsable por esa persona que engendra.

Para tener un bebé hacen falta muchas cosas. Primero, estabilidad emocional y madurez suficiente de los padres. Si uno no puede con sí mismo, menos aún podrá con un hijo. También se necesita cierta seguridad económica. No es justo que un niño deba padecer necesidades básicas.

Sin embargo, veo con tristeza como, en la práctica, estos factores no son tenidos en cuenta al momento de procrear.

Adolescentes ignorantes que no usan métodos anticonceptivos, gente sumida en la pobreza con siete hijos, solteros y solteras desesperadas alquilando vientres o pidiendo esperma prestado. Me parece muy deprimente.

Estoy cansada de escuchar a la gente decir que necesitan ser padres para realizarse como personas. A ver si lo entendemos, el acto dar vida es muy delicado, no es una solución para encontrarle sentido a la vida ni para hacer algo con nuestro tiempo de sobra. Si estás aburrida, comprate un perro.

Es muy común que los hijos cuiden a sus papás en la vejes, pero desterremos esta idea de que los hijos son propiedad de los padres. No los tenés para que después te cuiden. No tienen porqué pagar por nuestros errores y no tienen porqué hacer de sus vidas lo que a nosotros nos parece conveniente.

Dar vida puede ser un acto de generosidad o de egoísmo, según cómo se encare.
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miércoles, 3 de marzo de 2010

Saber por saber


Hace unos días estaba mirando un programa por televisión y escuché algo que me sorprendió mucho. Un señor que ocupa no me acuerdo qué puesto en la universidad de Harvard, decía que, en Estados Unidos, hay algunas carreras que tienden a desaparecer.

Filosofía, historia y otras carreras universitarias van a ser progresivamente eliminadas como opciones a seguir porque parece que tienen muy poca salida laboral. Yo no sé qué tan exacto es este dato y, en todo caso, no sé si se irá a implementar, pero me impactó que lo estén considerando.

Parece que en la década del ´60 se hizo una encuesta entre los alumnos preguntándoles por qué estudiaban. La mayor parte de ellos contestó que lo hacían simplemente porque les resultaba interesante y la minoría respondió que buscaban en el futuro trabajar bien para ganar mucha plata.

La misma encuesta fue repetida recientemente y arrojó el resultado inverso.

Entonces hay toda una movida para adecuar la educación universitaria a la mentalidad de las nuevas generaciones de estudiantes.

Me parece muy lógico querer ganar plata y vivir bien. Ahora, determinar la elección de la carrera por parámetros meramente económicos me parece un poco triste.

Me acuerdo lo que me dijo mi ex jefe cuando le conté que había decidido empezar un posgrado en una rama del derecho que no es precisamente la más aplicada: “No te va a servir de nada…” Yo lo empecé de todas maneras, y no me arrepiento. Prefiero ganar menos plata y hacer lo que me gusta. Es preferible ser feliz que ser rica ¿o no?

Ojalá nunca perdamos las ganas de estudiar por estudiar, de saber por saber.
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