miércoles, 30 de marzo de 2011

Las empalagosas


Hace unos días fui a inscribirme en un curso de francés. Después de hacer una larga cola en el departamento de alumnos, llegué un tanto crispada a un escritorio donde me atendió una señora muy amable. Demasiado amable, pensé en ese momento.

Es que la señora en cuestión me trataba de “bebé”: “Estos son los horarios, bebé”, “¿tarjeta o efectivo, bebé?”.

No es la primera vez que me topo con una de estas señoras que derrochan dulzura, y que en lugar de decirte “señora” o “señorita” poseen una amplia lista de sobrenombres confianzudos: “mi amor, querida, madre, madrecita, flaquita, gordita, negri, entre otras”.

Pero en esta oportunidad, me puse a pensar en todas las veces que me he quejado porque me atienden mal, en todas las veces que he tenido que soportar la cara de traste de una empleada, operario, funcionario o lo que sea.

Entonces me dije a mí misma, quizás estas señoras empalagosas sean una bendición. Bueno si, son cursis y cachudas, pero por lo menos están siempre alegres y transmiten buena onda.

No sé si me gusta que me digan “bebé”, pero la próxima vez que tenga que ir a pagar la cuota de francés, voy a ir bien predispuesta, porque la señora gordita que me atendió era de lo más atenta.
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sábado, 12 de marzo de 2011

De reinas y amantes


Está claro que los hombres monógamos son una especie en extinción.

Más allá de la tendencia natural del género masculino, las mujeres somos muchas veces inescrupulosas, e incrementamos las tentaciones.

Del engaño muy pocas se salvan. Y he llegado a comprobar, que mientras más alta es la posición socioeconómica, más decadente se vuelven los comportamientos.

Ejemplo claro de ello es la experiencia de las reinas de la historia, resignadas testigos de los amoríos de sus maridos.

Uno puede llegar a pensar que esto les ocurría a las que se descuidaban, pero no. Les pasó a casi todas. Por más destacables que fueran.

Leonor de Aquitania fue una mujer extraordinaria. Reina de Francia y reina de Inglaterra, manejó desde joven los hilos del poder, renegando de las tradiciones que se le imponían por el hecho de ser mujer. Controló a sus enemigos y conspiradores, protegió celosamente sus dominios, cultivó el arte, y hasta encontró el tiempo para tener y criar diez hijos.

Sin embargo, la talentosa Leonor, tampoco se salvó de las humillaciones inferidas por su segundo marido, Enrique II de Inglaterra.

Claro que si la madre de Ricardo Corazón de León no se salvó de los engaños, ¿qué queda para el resto de las mortales?

Leonor jamás se dejó rebajar por las circunstancias. Porque sabía que ella era la protagonista de la historia.

Una vez escuché en una película, que las personas se dividen en protagonistas y actores secundarios. Habría que plantearse seriamente de qué lado queremos estar, y tomar todas las decisiones desde ese punto de vista.

Nada más triste que ser actriz secundaria de la vida.
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domingo, 6 de marzo de 2011

La eterna nostalgia


El paso de los años nos deja muchas cosas positivas; acumulamos experiencias de vida, aprendemos de los errores y formamos nuestro carácter.

Pero cada día que pasa, nos lleva una parte interna. Es que cada día es único, y por más triste que suene, no va a volver jamás. La sola idea de este pensamiento, nos hace sentir una nostalgia permanente por el pasando inmediato, mediato y remoto.

La nostalgia no quiere decir de ninguna manera que no estamos conformes con el presente. De hecho, he comprobado que no importa qué tan felices seamos, siempre vamos a experimentar una ligera inquietud por épocas pasadas.

Hoy fue una noche de dicha, rodeada de amigas muy valiosas, música y risas. Pero en un momento, me alejé un poco del ruido y salí a mirar la noche al jardín.

El pasado siempre está ahí, latente, picándonos el alma.

En el fondo, quizás la nostalgia sea algo bueno. Yo la tomo como una manera en la que Dios me recuerda que antes, además de hoy, también tuve momentos felices.
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