miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Me volví antisocial?


En general, se podría decir que soy una persona abierta a la novedad. Me gusta viajar a lugares nuevos, cocinar recetas nuevas y visitar restaurants nuevos. Todo pareciera indicar que también me gusta conocer gente nueva. Curiosamente, no es así.

Cuando era más chica, estaba muy abierta a hacer amigos. Lo cierto es que a mi edad, esto ha cambiado.

Me gusta estar con mis conocidos de siempre y no me despierta demasiado entusiasmo la compañía de otra gente.

No me atrae ir a reuniones multitudinarias llena de personas desconocidas. Me dan fiaca las salidas entre parejas, los amigos de amigos y los extranjeros de visita.

Soy consciente de que lo que estoy diciendo no es muy políticamente correcto, pero es lo que me pasa.

¿Es que hay una edad en la que la lista de amigos ya está cerrada?¿O soy yo?
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sábado, 25 de diciembre de 2010

Palabras al Cielo


Dado que hoy es Navidad, lo más lógico sería que escribiera alguna reflexión sobre el tema.

En lugar de eso, voy a compartir con ustedes una oración privada: son mis palabras a Dios Hijo en este día tan importante.

Queridísimo Señor Jesucristo.

Sé que hoy vas a derramar gracias especiales. Te pido que te acuerdes de mí. Las necesito.

Ayudame a siempre saber diferenciar el bien del mal. Dame las herramientas para ejecutar el bien.

Infundí tu protección sobre todos los que amo. Fortalece las familias, los vínculos de marido y mujer, padres y madres, hijos y hermanos.

Que sepamos adorarte como tu Gloria amerita. Que no consideremos falsos ídolos. Que nunca perdamos el camino.

Danos fuerzas Señor, porque la vida está llena de obstáculos y dolores. Sosteneme la mano mientras lucho con mis monstruos. Sola no puedo.

Gracias Señor, por todas las bendiciones. Por la salud, por el amor, por las comodidades y las oportunidades.

Jesús, quedate para siempre en el alma de todas las personas. En este día, te recibo.
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viernes, 24 de diciembre de 2010

La importancia de desenchufarse


Hace ya algunos años que trabajo en la empresa familiar. Esto tiene sus ventajas y sus desventajas.

Por un lado, manejo mis horarios. Tengo la libertad de trabajar cuando tengo pilas y sólo cuando es necesario. No hace falta que haga tiempo leyendo el diario por Internet para que mi jefe vea que paso muchas horas en la oficina.

Además, tengo incentivos fuertes porque trabajo por algo propio.

Ahora bien, esto de la empresa familiar tiene sus contras. El principal, consiste en la dificultad de trazar una línea entre los momentos de ocio y los momentos laborables.

Hoy, por ejemplo, siendo 24 de diciembre, mi madre vino a cuestionarme acerca de los próximos pasos a seguir en un tema que estoy llevando. Y eso que ayer le dije que me declaraba en vacaciones por unas semanas. Pero ella hizo oídos sordos y vino a preguntarme cosas de trabajo a horas de la Navidad. Cualquiera.

Hay que saber poner un límite. Las vacaciones, las fiestas, la noche, son momentos en los que no debería hablarse de nada que tenga que ver con nuestra vida laboral. En algún momento hay que desenchufarse.

El domingo me voy de viaje a un lugar en el que (Gracias a Dios) no funciona mi celular. Entonces la gente de la oficina me sugería que llame yo para allá desde algún teléfono fijo, a lo que yo respondí: ni loca, ¿Qué sentido tiene irse de vacaciones?

Nuestra cabeza tiene un límite, y a veces hay que parar. Incluso para ser más productivos cuando retomemos las actividades.
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martes, 7 de diciembre de 2010

Moderar el esnobismo


Voy a empezar este post recurriendo a una frase trillada: todo tiene su límite.

No quiero ser hipócrita. A la mayoría de las personas nos gusta ir a lugares lindos y exclusivos, conocer a gente importante y vestirnos con marcas prestigiosas.

Ahora bien, cuando la excentricidad se desconecta de una mínima dosis de lógica, pasamos de ser meros snobs, a convertirnos en idiotas.

Hace poco fui a comer a un restaurant de moda con amigas. Muy canchero el lugar y muy chic el mozo francoparlante, pero necesitábamos una lupa para ver la comida. Decir que las porciones eran ínfimas, es una expresión generosa.

Tolero (y hasta a veces disfruto) de un poco de esnobismo, pero salir de un restaurant con ganas de ir a Mc Donalds no me parece normal.

Estoy bastante cansada de ir a boliches en los que señores de traje escrutan a las aspirantes a entrar. Me estresa saber que tengo que producirme al máximo para ser admitida, o que le nieguen la entrada a alguna amiga poco agraciada.

Confieso que en otras épocas de mi vida me he desenvuelto con soltura en estos ambientes. Hoy no me lo banco más. Estoy demasiado “vieja”.

Y hablando de esnobismo, ¿qué pasa con el polo? Antes era un deporte paquete. Hoy se ha convertido en un tilinguerío, en el que decenas de señoritas se exhiben con escasa ropa. Me atrevo a aventurar que son pocos los que frecuentan estos eventos por el deporte en sí. La mayoría sólo busca mostrarse y figurar. A ver si dejamos la mini y el push up para la noche.

Esta vida de vidriera desenfrenada ya no es para mí. Entre ser exclusivo y ser ridículo, hay una línea muy delgada.
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