jueves, 15 de diciembre de 2011

Siempre estarán los rulos


Como muchas mujeres argentinas, tengo una especie de obsesión con el pelo lacio.

Si bien nací con una mezcla de rulos con ondas, desde mi temprana adolescencia he batallado contra ellos con cuanto producto ofrecen la ciencia y la tecnología.

Al principio contaba sólo con mi siempre presente amigo, el secador de pelo. Con los años, apareció una de las armas más poderosas en la lucha contra los rulos: la planchita. Gran aliada y compañera. Y en los últimos tiempos se han incorporado los llamados “alisados”, en sus versiones violentas (con formol) y versiones terapéuticas (con keratina).

Ustedes se preguntarán el por qué de esta lucha encarnizada contra mis pobres rulos. Para esta pregunta hay dos posibles respuestas: una simple y una muy compleja.

Podría decirse que mis rulos, a diferencia de los de otras mujeres que quedan divinos, son impresentables. No tengo ondas en todo el pelo de forma uniforme. Más bien se presentan de manera aleatoria en algunos sectores de la cabeza. Además, no están en las puntas (lo que sería muy lindo), sino que aparecen sólo en la raíz. Sí, en la raíz. De este modo, se produce un efecto remolino incontrolable al cual me rehúso a resignarme.

Pero detrás de este rechazo visceral al descontrol en mi cabeza, hay algo más profundo. Y es mi rechazo e imposibilidad de aceptar el descontrol en la vida en general. Esta constante necesidad por controlar mi pelo se relaciona directamente con mi necesidad de controlar todos los aspectos de mi vida.

Así como me paso horas planchando rulos, también paso mis días resolviendo problemas, siempre con la esperanza de que algún día “todo va a estar solucionado”.

Pero las frustraciones vienen cuando descubrimos que por más que planchemos o alisemos los rulos, en algún momento vuelven a aparecer, y lo mismo pasa con los problemas.

Una vez que resolvemos un tema, aparece otro. En ocasiones sentimos que ya no tenemos energía para afrontar otro problema más.

Sin embargo, no nos tenemos que desanimar por la recurrencia de los conflictos. Nunca vamos a tener todo solucionado, así como nunca voy a tener el pelo definitivamente lacio.

Para eso están las vacaciones, para juntar las energías necesarias para afrontar cualquier nuevo revés que nos presenten las circunstancias.

Siempre podremos plancharle los rulos a la vida, en la medida en que aprendamos a administrar nuestras energías y tengamos cerca a nuestros seres queridos, y una buena planchita, claro.
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