lunes, 25 de febrero de 2013

Un cuento de hadas moderno


Cuando somos niñas, muchas de nosotras nos fascinamos con las historias clásicas como las de Cenicienta, Blancanieves, La Bella y la Bestia, entre otras.

En estas historias, una mujer desvalida y muchas veces humillada, encuentra finalmente su redención con la llegada de un apuesto príncipe azul.

Estos cuentos se nos meten debajo de la piel en la infancia y muchas veces las ideas nos quedan flotando en la cabeza ya de grandes.

En el fondo, la mayoría de las mujeres esperamos al príncipe azul con el que viviremos felices por siempre.

Por mi parte, confieso mi entrañable amor por estas historias clásicas. Sin embargo, me conmueven aún más otro tipo de cuentos de hadas. Cuentos, yo diría, de nuestra época, en la que las mujeres ya no sólo esperan la llegada de su príncipe azul, sino que también anhelan cumplir sus sueños y realizarse personalmente.

Justamente esta semana enganché de casualidad por televisión la película que narra la vida de J K Rowling, la autora de Harry Potter, antes de convertirse en escritora mundialmente famosa.

Esta mujer decide separarse de su marido alcohólico y violento. Queda prácticamente sola con su pequeña hija. Atraviesa serias dificultades económicas y sobrevive, al principio, gracias a un subsidio estatal.

Pero su vida finalmente cambia cuando su obra literaria se transforma en un suceso mundial.

Se trata de un verdadero cuento de hadas, en donde la redención no llega de la mano de un príncipe, sino de la mano de una gran oportunidad que la transforma en una mujer realizada e independiente.

Así como Cenicienta nunca imaginó que el príncipe se fijaría en ella, probablemente J K Rowling nunca imaginó que su trabajo tendría un éxito tal que la convertiría en una celebridad.

Es lindo pensar que, no importa la edad, el lugar donde vivimos o cualquier otra circunstancia, la gran oportunidad de la vida puede llegar en cualquier momento. Ése es el cuento de hadas con el que elijo quedarme.
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jueves, 21 de febrero de 2013

Hombres que tenés que esquivar


Conocí a mi marido cuando tenía sólo 20 años, por lo tanto, podría pensarse que no tuve mucho tiempo para vivir fracasos amorosos, pero no es así.

Si bien fueron noviecitos o relaciones muy triviales (cuando tenés menos de 20 años nada es muy en serio en realidad), tuve unos cuantos años para sufrir como loca por los hombres.

Ayer me estaba haciendo un baño de crema, y como quien no quiere la cosa, me empecé a acordar de todas mis relaciones fallidas. Visto con el cristal de hoy, no puedo creer que me haya enganchado con algunos de esos tipos que me hicieron sufrir.

Yo estoy felizmente casada, pero hay muchas mujeres por allí que siguen buscando. Así es que para ellas, he decidido elaborar una lista (¡cómo me gustan las listas!) en base a mi (escasa, pero valiosa) experiencia personal.

Chicas, estos son los tipos que tienen que esquivar si quieren ser felices y comer perdices:

1. El mujeriego: clave, esquivar a los mujeriegos. Esto es lo más difícil, ya que la mayoría de los hombres son picaflores. El tipo mujeriego, tarde o temprano, te pone los cuernos.

2. El vago: no querés en tu vida a un tipo que no trabaja. Salvo que sea millonario, lo vas a terminar manteniendo vos y eso no está bueno.

3. El machista: evitalos, por lo que más quieras. Si no te deja salir con tus amigas, si no te deja trabajar, si te revisa el teléfono, si te exige que hagas las tareas de la casa, si no colabora, es un machista incurable. Dejalo, no vale la pena.

4. El tóxico: es el típico que mina tu autoestima. Te tira para abajo, te habla despectivamente, te falta al respeto, te hace creer que no servís para nada. Generalmente son personas inseguras que necesitan rebajar a sus mujeres para sentirse mejor ellos. Esquivar, esquivar, esquivar.

5. El violento: sin palabras.

Todos y cada uno de los hombres de esta lista deben ser evitados a toda costa. Ni te cuento si tu chico cumple con todas las tipologías, SALÍ CORRIENDO YA.

Espero que les haya servido. Si alguna quiere agregar otro tipo a la lista, bienvenido sea.


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martes, 19 de febrero de 2013

Un lujo necesario


Hoy fue un día non stop. Largo, tedioso y cansador. Últimamente vengo teniendo varios de éstos. Pero, como fiel integrante del género femenino, no aflojo.

Las mujeres tenemos en común la perseverancia y tenacidad. Sabemos muy bien que para conseguir cualquier cosa, hay que trabajar en ello.

Sin embargo, también hay otra cosa que tenemos en común las mujeres, y es que nos gusta darnos lujos. Todas, a mí no me engañan. A todas sin excepción nos fascina darnos algunos gustos.

Para una de mis amigas, ese lujo es reservarse una hora a la mañana para leer los diarios y salir bien informada a la calle.

Para otra persona que conozco hace tiempo, el lujo es consumir masivas cantidades de Chanel N° 19.

Una de mis amigas de la infancia simplemente no puede renunciar a los alfajores Havanna. Muere por ellos y bastante seguido se toma la licencia de comerse uno a la tarde, indiferente de lo que le puede provoca a la silueta.

También conozco mujeres que son adeptas de otro tipo de lujos, como los restaurants gourmet, las sesiones de cine o los buenos vinos.

Cada mujer tiene su lujo favorito, su fuente inagotable de placer a la que recurre cuando quiere recompensarse por el trabajo realizado.

¿El mío? OMG, ¡son tantos! Quizás el que más gratificaciones me proporciona es viajar. Pronto se viene un verdadero lujo ¡qué felicidad!







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domingo, 17 de febrero de 2013

El trabajo y el glamour


Después de una relajante (y bastante larga) estadía en Punta del Este, mi regreso a la Argentina me encontró con una considerable cantidad de temas acumulados en el trabajo y un persistente cargo de conciencia por estirar mis vacaciones.

Por eso, cuando comenzó febrero, decidí viajar al interior del país para dedicarme a los tan postergados temas laborales.

Ya estamos a 18 del mes y no me he movido de este lugar. Ya usé varias veces la ropa que traje en la valija y todavía me queda una semana de estadía. En general soy bastante hábil para preparar valijas (debe ser porque me la paso viajando desde que tengo uso de razón), pero tampoco puedo llevar todo mi guardarropa de Buenos Aires a cada lugar al que voy.

Cuando una viaja frecuentemente, la ropa nunca está disponible. Porque te quedó en otra ciudad, porque se está lavando, por lo que sea. Me pasa muy seguido querer ponerme, por ejemplo, una pulsera y: “Ay no. La dejé en Mendoza”.

A veces llevo los stilettos a pasear en la valija y no los uso. Cuando por fin decido no llevarlos, los necesito porque tengo un programa de último momento. Típico.

Si bien paso tiempo en distintas ciudades, hay ciertos rituales de belleza que sólo cumplo en determinado lugar. El color, las cejas, las manos, los pies. Y ese lugar queda en Buenos Aires. Por lo tanto, esta prolongada estadía en el interior me tiene de lo más desalineada.

Las raíces marrones ya me llegan hasta la oreja y mis manos parecen las de una profesora de artes plásticas.

Necesito desesperadamente volver a mi ciudad de residencia (no sólo porque extraño a mi marido, claro), sino también porque tengo que dedicarme a mi estética personal antes de que pierda por completo el sentido de feminidad.

Pero estimo que esto de dejarse estar, no sólo me sucede a mí porque viajo. En cualquier circunstancia, nómada o sedentaria, cuando el trabajo se pone demandante, la coquetería pasa a segundo plano.

Lo veo en mis amigas, cuando están muy a full con sus carreras empiezan a descuidarse el pelo, la ropa y hasta la figura.

Aprender a balancear el cuidado personal y la vida profesional es otro de los pequeños, pero no por eso menos importantes, desafíos de las mujeres modernas.
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sábado, 16 de febrero de 2013

Mujeres fabulosas


Ocasionalmente, las mujeres vivimos experiencias negativas. Las hay de todo tipo. Ayer justamente tuve un día terrible en el ámbito laboral. De esos que te dan ganas de dejarlo todo y ponerte un bar en la playa.

Momentos amargos pueden presentarse en el ámbito laboral, como así también en el familiar, en el de la salud, en el de la pareja. 

En fin, no es ninguna novedad, la vida está llena de problemas. Y como me dijo muy sabiamente una amiga, cuando se termina un conflicto, comienza otro.

Entonces aprendemos a convivir con los problemas. Sin embargo, la experiencia me ha demostrado que existen tres formas distintas de coexistir con los conflictos, o mejor dicho, tres tipos de mujeres, que encaran de forma muy diferente las rocas que la vida les pone en el camino.

El primer tipo de mujeres, es el de las “mujeres bajón”. Son las que ante una dificultad, no encuentran otra alternativa viable más que llorar durante días en la cama. A este tipo de mujeres los problemas las superan, las afectan en sus actividades diarias y en su vida de relación. Algunas llegan hasta a depender de una medicación que les controle el estado de ánimo.

El segundo tipo de mujer, es el de las “mujeres resignadas”. Son mujeres que si bien no se deprimen, poco a poco se van apagando con las vicisitudes de la vida. Son personas que a simple vista llevan una vida normal y soportan los contratiempos estoicamente, pero han perdido un poco de brillo. Alguna herida del pasado o alguna cruz del presente las lleva a resignarse: “bueno la vida es así y esto es lo mejor que puedo dar en mis circunstancias”.

Y finalmente tenemos a las “mujeres fabulosas”. No es que no tengan problemas. Es más, muchas de  ellas viven o han vivido experiencias muy fuertes. Son mujeres que no sólo soportan los contratiempos, sino que hacen de su día a día algo extraordinario, por su energía, por su actitud. Te hacen pensar: “¿cómo puede ser que con todo lo que le ha pasado esté así de bien?

Encaran proyectos nuevos, planean viajes por el mundo, ayudan a los demás, están todo el tiempo en movimiento. Tienen hambre de la vida y nada las detiene.

Quiero dedicar este post a esas mujeres fabulosas, que son un ejemplo para todas nosotras. Proyectan la ilusión de que, a pesar de todos los días de porquería que nos queden por pasar, siempre se puede brillar.

Para todas esas mujeres, mi admiración y esta dedicatoria, con la esperanza de algún día poder llegar a ser como ellas. Que ante la próxima piedra, pueda calzarme los tacos altos y salir airosa a la vida.

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domingo, 10 de febrero de 2013

Conservar el misterio


Una de las virtudes que más valoro en una persona es la sinceridad. Si, así es, me gustan las personas auténticas, transparentes, que no aparentan ser más ni menos de lo que en realidad son.

La persona transparente tiene todo a la vista, no oculta nada. Está buenísimo y lo super recomiendo. Ahora bien ¿hay algo mejor para una mujer que ser transparente? ¿Hay algo aún más recomendable?

La respuesta es: si, lo hay. Aún mejor que ser transparente es ser misteriosa. La mujer transparente inspira confianza, pero la mujer misteriosa inspira interés.

Greta Garbo, Marylin Monroe y Coco Chanel, por nombrar algunas, fueron mujeres cuyo halo de misterio aún persiste.

Conservar el misterio no significa que vayas a fingir la personalidad, ni que vayas a mentir acerca de vos. Significa, simplemente, reservarse ciertas situaciones y cierta información para una misma.

No hables de más. Siempre ante la duda es mejor callar. Difícilmente una mujer que habla demasiado pueda ser elegante.

No todo el mundo tiene ganas de escuchar tus problemas e inquietudes. Filtrá a quién le contás las cosas.

No develes todos tus secretos de belleza. Sé solidaria con tus compañeras de género, pero no entregues todas tus armas.

No seas la última en irte de una fiesta. De hecho, no vayas a todas las fiestas y reuniones a las que te invitan. Seleccioná.

Soy de la idea de que si no estás en condiciones de estar en público, es mejor quedarse guardadita en tu casa. ¿No tenés nada que ponerte acorde a la ocasión? Entonces no vayas. Mejor ausente que mal vestida.

Conservá siempre el misterio. Nunca muestres todas tus cartas, no cuentes todos tus planes, no te des con cualquier persona.

Puede que algunos te tilden de antipática, pero es el precio a pagar por mantenerte interesante.


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viernes, 8 de febrero de 2013

Qué hacer el fin de semana


Es parte del ADN femenino, la necesidad de organizar. En efecto, las mujeres organizamos: nuestra vida of course, la de nuestro marido, la de nuestros hijos, la de nuestros padres y hasta la de nuestras amigas. Nos gusta organizar, o necesitamos organizar, no lo sé, lo cierto es que nos la pasamos organizando.

Cuando una se enfrenta al advenimiento de un fin de semana largo (de cuatro días para ser precisa), lo primero que se pregunta es ¿qué hago este fin de semana? ¿A dónde me voy? ¿Cómo lo puedo aprovechar mejor?

Proyectamos nuestro instinto organizativo hacia ese corto período de tiempo llamado “fin de semana” cuyo principal objetivos es, definitiva, nada más y nada menos que darnos un respiro.

No es necesario tener un super programa para aprovechar el fin de semana. Tampoco es la idea que lo destinemos a hacer todas esas tareas tediosas que no alcanzamos a terminar en la semana “voy a llevarle el vestido a la modista hoy sábado, porque en la semana no tuve tiempo”. No, no es la idea.

Para la pregunta ¿qué hago este fin de semana? la respuesta que recomiendo es: nada. Hacer nada, chicas, está bien. Está más que bien, en realidad. Es, yo diría, necesario cada tanto.

Al no programar nada, la espontaneidad rige las acciones. Hacemos lo que el cuerpo nos pide en el momento.

Los fines de semana menos organizados de mi vida, han sido, en general, los que más he disfrutado. Amanezco cuando mi cuerpo decide despertarse y soy feliz. Tengo mucho tiempo para disfrutar de mi comida favorita, el desayuno. Leo en la cama o me acurruco en el sillón para ver una película del cable a la mitad de la tarde.

A veces programamos actividades por miedo a estar sin hacer nada y lo que ello pueda implicar en nuestro estado de ánimo. Hay que animarse a estar sin hacer nada. Lejos de tirarte para abajo, te devuelve la sensación de ser dueña de vos misma y de tu tiempo.

Incluso para las más hiperkinéticas, mi consejo es aprender a enfrentar un feriado, un fin de semana o hasta unas vacaciones sin tener nada organizado. Mucho de lo bueno en la vida es aquello que no se planea.



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