sábado, 28 de agosto de 2010

El delgado límite entre la estética y el materialismo


A mujeres como yo, nos gustan las cosas estéticas: los vestidos lindos, los zapatos elegantes, las casas con encanto y los lugares soñados.

En la mayoría de los casos, este gusto por lo estético y glamoroso, es interpretado como un apego a las cosas materiales.

María Antonieta, Reina de Francia, vivió muchos años estigmatizada como una mujer frívola y superficial. Tiempo después, el estudio de documentos históricos permitió demostrar que, en verdad, fue una persona noble, amorosa con sus seres queridos y con una inteligencia artística destacable.

A nadie le gusta que lo tilden de materialista, pero si por el término materialista debe entenderse una fuerte inclinación por la belleza de las cosas materiales, entonces con pesar, debo confesarme materialista.

Ahora bien, creo yo que el materialismo es otra cosa.

Una persona materialista es la que hace girar toda su vida en torno a la posesión de cosas materiales, postergando los bienes afectivos y espirituales.

Todos perseguimos las cosas terrenales, en cuanto tenemos un cuerpo y un alma con necesidades ilimitadas. Distinto es el caso de aquellos que priorizan, ante todo, lo material.

Concluiría esta breve reflexión diciendo que existen dos tipos de materialismo: uno bueno y otro malo. El bueno es el que nos permite desarrollar nuestro sentido de la estética. El malo es el que nos aleja de lo esencial.
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viernes, 27 de agosto de 2010

La TV provocativa


¿Por qué últimamente todos se horrorizan con los programas de televisión que pasan señoritas con poca ropa?

Desde que yo tengo recuerdo que existen programas de este tipo. Está bien, no tengo muchos años de edad, pero cuando yo era chica ya existían los mismos programas misóginos que existen ahora, y nadie se quejaba tanto.

Mientras los pasen en el horario de protección al menor, no hay gran daño.

Además, todos tenemos un control remoto que sirve exactamente para cambiar el canal cuando no nos gusta lo que estamos viendo.

Por otra parte, hay que admitirlo, “la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer”. Estos programas de TV existen porque la gente los consume.

Mujeres, dejemos de engañarnos, a los hombres les gusta ver lolas y colas. Y no hay nada que podamos hacer al respecto. Así están diseñados.

Así es que dejemos de luchar contra los molinos de viento, y aceptemos las cosas como son.

Por favor, no crean que estoy haciendo una apología de estos espectáculos carnales. Solamente quiero ahorrarles tiempo y energía a todos aquellos que salen a decir que la televisión argentina es un desastre.

En todas partes del mundo hay programas subidos de tono, y seguirán habiendo mientras hayan hombres (y mujeres) que los miren.

Sólo hay que mantenerlos fuera del alcance de los niños. Por lo demás, deben ser tolerados.
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martes, 24 de agosto de 2010

El boliche


Cuando tenía algunos años menos me encantaba salir a bailar, o como se dice habitualmente, salir al boliche. Nos juntábamos con mis amigas, nos producíamos para matar y salíamos a la noche.

Pero en este último tiempo, he comprobado que ya no me lo banco más. Ojo, no me malinterpreten, me encanta estar con amigas, arreglarme y salir. Lo que no soporto más, es el boliche en sí mismo.

Analizando los motivos de este cambio, he arribado a una conclusión: el programa de salir a bailar no cambió, la que cambió fui yo.

Para empezar, antes no me molestaba morirme de frío esperando para entrar. Admito que me he fumado colas eternas a altas horas de la madrugada para ingresar al boliche de moda.

En ocasiones el sistema nos beneficiaba y, como estábamos bien lookeadas, el patovica nos hacía pasar sin hacer cola. Hoy en día ya no me someto a ninguna de estas cosas. Ni a congelarme con mi vestidito en la puerta, ni a mostrar piel para que el señor de seguridad te haga entrar.

Tampoco tolero más los empujones y los pisotones. Supongo que antes no me molestaban porque llegaba al boliche con unas copas arriba, pero ahora que tomar por tomar ya no es un programa, se me hace bastante difícil. Encima sufro por mis zapatitos, y me da pánico que me quemen el blazer con un cigarrillo.

Siendo más joven, iba al boliche con la esperanza de encontrarme al chico que me gustaba en aquel momento. Actualmente, a punto de casarme, ese incentivo ha desaparecido.

Además, hay que decirlo, los hombres en las discotecas se comportan como primates en celo. Desesperados por capturar alguna presa para satisfacer sus deseos más bajos, te agarran de la cintura, te acarician el pelo y te susurran piropos trillados al oído. Fiaca!!!

Los tragos, en general, son cuestionables, servidos en vasos de plástico en los que el barman deposita el hielo con la mano. Usan las marcas de bebidas blancas más baratas del mercado y además son carísimos.

Al día siguiente me despierto cansada y con resaca, porque, enfrentémoslo, el cuerpo ya no aguanta como antes.

Y bueno, ¿qué le vamos a hacer? Nos vamos poniendo viejos y los gustos van cambiando.

Hoy prefiero ir a comer algo rico, o tomar un buen trago a algún lugar donde me atiendan bien y donde la música no está tan fuerte!!!

¿Amarga yo? Y no sé. Los años no vienen solos…
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viernes, 20 de agosto de 2010

Una señora bien


Todas sabemos que a los hombres les gustan las mujeres sexys y divertidas. Pero para muchos, estas características son sólo aceptables en la medida en que no se refieran a sus novias/mujeres.

Si, mis queridas amigas, aún quedan muchos cavernícolas que clasifican a las mujeres en dos tipos diferentes: o putas o santas.

Estos seres masculinos con cabeza prehistórica, no admiten que sus parejas hagan nada “fuera de lugar”. Las quieren vestiditas discretas, con opiniones neutrales, amistades que ellos aprueben y de vuelta en casa temprano. No dejan que se diviertan o que se suelten. Pretenden un comportamiento acorde a lo que ellos llaman “una señora bien”.

Las mujeres no nos damos cuenta del peligro que esto acarrea.

Si un tipo te elige la ropa, los amigos, qué decir, hacer o pensar, entonces ese tipo no te respeta.

Son hombres que tienen “culturalmente” arraigado que son los dueños de sus mujeres. Y lo más triste es que algunas interpretan esto como signo de amor.

Yo les recomiendo, chicas, que si ven a uno de estos personajes, corran, bien lejos.

De la subestimación femenina al maltrato psicológico o físico, hay sólo un paso.
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jueves, 19 de agosto de 2010

La verdad te hará libre


Hoy estaba en la peluquería transformando mi castaño natal en un rubio oscuro, cuando leí en una revista un artículo que me llamó la atención. (Si, admito que consumo literatura muy cuestionable cuando voy a la peluquería).

En fin, resulta que una mujer norteamericana ha escrito un libro cuyo título traducido al español es: “¿Porqué los hombres aman a las cabronas?”. Por lo poco que leí, la autora dice que son exitosas en el amor las mujeres más egoístas y menos concentradas en sus parejas. Como que la mina buena que dice a todo que sí, no es atractiva.

Acompañando la entrevista de esta escritora, un periodista opinaba sobre la tesis sostenida en el libro.

La réplica del periodista al libro en cuestión consistía en que sería poco sano que las mujeres tuvieran que estar permanentemente sosteniendo un personaje de mala para retener a sus hombres. El periodista que comentaba el libro, considera que las mujeres no deben alterar quiénes son en realidad.

Yo creo que lo que este periodista no entendió es que al afirmar frases como “Los hombres las prefieren malas” o “los hombres las prefieren brutas”, no se está diciendo que todas las mujeres tienen que ser malas ni brutas.

Simplemente se sostiene que, en general, los hombres tienden a aprovecharse de las buenudas, y a asustarse con las inteligentes.

Es un dato de la realidad que, claro está, admite excepciones.

Ahora bien, este dato no debe ser tomado como un incentivo para trastornar la personalidad de nadie. Creo sin embargo, que es muy útil que las mujeres lo sepamos para tomar una decisión informada al momento de relacionarnos con el sexo opuesto.

La verdad no ofende, en todo caso, te ahorra tiempo, ¿o no?



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jueves, 12 de agosto de 2010

Esta soy yo


Desde este blog siempre he defendido que lo más importante es ser uno mismo. Pero ¿qué pasa cuando ser uno mismo implica ser insoportable? ¿Debemos mantener nuestra esencia, o debemos cambiar? Más aún, ¿son las personas capaces de cambiar?

Sin duda es importante ser fiel a uno mismo. Sin embargo, también es verdad que, ciertas pautas imprescindibles de comportamiento social deben ser observadas. Por más que uno sea muy temperamental, no se puede andar por la vida gritando ante lo mínimo que no nos gusta.

Las malas costumbres pueden educarse, y los defectos innatos, creo yo, pueden suavizarse.

El problema con los defectos innatos es que, aunque se repriman, tarde o temprano saltan a la luz.

Conozco a mucha gente que ha logrado transformaciones importantes de conducta y de personalidad.

De cualquier forma, todo parece indicar que existe un núcleo básico de características que no pueden modificarse. Salvo, claro está, que se atraviese por una experiencia límite.

Ello me lleva a concluir que cada persona es como es. Y si bien es sano intentar mejorar, hay cosas que nunca cambian. Es más, me atrevería a decir que con el paso de los años, se profundizan.

Por lo tanto, no queda otra alternativa más que rodearnos de gente a la que queremos tal como es. Intentar cambiar a las personas es inútil. Lo máximo que puede esperarse es que cada tanto, se esfuercen por hacer algunas concesiones.

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domingo, 8 de agosto de 2010

El día que me fui del mundo


Las mujeres somos multifuncionales. Hacemos miles de cosas a la vez. Queremos estar en todos lados al mismo tiempo. Nos demandamos mucha energía, en ocasiones más de la que tenemos. Cuando esto último ocurre, nuestro sistema colapsa.

Hace unos días me pasó. Venía de un nivel de estrés considerable. Problemas laborales, sumado a un cambio muy grande en lo personal, llevaron mis fuerzas a su límite. Mi cabeza ya no funcionaba. Me olvidaba de las cosas. Se me caía el pelo y se me brotaba la cara. Cualquier cosa me hacía llorar, hasta la más mínima discusión. No coordinaba mis movimientos: me golpeé con la punta de la mesa, con el marco de la puerta y con el picaporte. Estaba irritable y cansada. En pocas palabras: no me aguantaba ni yo.

Es lógico. Nadie es invencible y llega un momento en que NECESITÁS PARAR.

Entonces esa noche tomé una determinación: me bañé, me puse el pijama, apagué el celular, puse la agenda en un cajón donde no pudiera verla y me metí en la cama. Dormí hasta el mediodía y durante todo el resto de ese día no escuché a nadie, no pensé en mis preocupaciones, no me exigí nada, NO HICE NADA.

No voy a mentirles, tampoco es que ahora estoy renovada, pero esa pausa evitó que mi cabeza y cuerpo explotaran.

Todas las mujeres del mundo (y calculo que hombres también) necesitamos irnos del mundo cada tanto, porque es muy difícil estar inmersas en la vorágine todo el tiempo.

Este consejo que les doy es aún más cierto cuando tenés hijos, pero simultáneamente, más complicado de aplicar. Hay que tratar de dejarle los chicos a alguien y hacerlo, desenchufarse.

Andate del mundo por un día.

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miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Monogamia masculina?


Según la forma de pensar en nuestra sociedad, todas las mujeres quieren tener una relación de pareja estable, mientras que los hombres simplemente quieren ir a la cama.

Ya sé lo que me van a decir, hay hombres que quieren una relación seria y mujeres que sólo quieren divertirse, pero enfrentémoslo, no pareciera ser la generalidad.

Esta forma en que se organiza la sociedad es completamente perjudicial para la mujer. Si tuviera un peso por cada chica que padece esta mentalidad, sería multimillonaria.

El hombre que se pone de novio, se compromete o se casa, tiene que lidiar con cargadas y comentarios burlones por parte de otros hombres.

Es que ser monógamo no está bien visto. El matrimonio es una institución bastardeada y devaluada. La fidelidad masculina está en vías a desaparecer. Las pocas que se salvan de los cuernos tienen que agradecer al Cielo. Pero la fidelidad es un presupuesto para que exista una pareja bien constituida. Es lo mínimo que hace falta.

Sinceramente, no tengo muy en claro si esta inviabilidad de la monogamia es de origen biológico o cultural. Sea como sea, las mujeres estamos complicadas.

Ante este escenario macabro, yo me pregunto ¿qué nos queda?

Abogo por las mujeres que aún defienden su dignidad. Somos libres de elegir a alguien que nos respete y nos valore. Y si no hay nadie que cumpla las condiciones, pues estaremos solas.

Las invito a romper con todas las estructuras y solemnidades inútiles que rodean a la relación de pareja.

Mantengan sus espacios. Si pueden, tengan cuartos y baños separados. Es importante que cada uno tenga sus actividades propias. No intervengan en las actividades del otro. Una pareja es igual a dos individualidades.

Conserven el misterio. Estén siempre femeninas y prolijas.

Los celos no sirven. Créanme si las quieren engañar, las van a engañar igual.

Quiéranse. Sepan lo que ustedes valen. Y buena suerte.
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