miércoles, 24 de noviembre de 2010

El existencialismo no existe


El movimiento filosófico existencialista que reivindica al hombre completamente libre y despegado de su esencia, carece completamente, al menos en mi mundo, de sustento real.

Durante años, pensadores muy reconocidos, han afirmado que nada nos separa de nuestra libertad.

Yo, por mi parte, siempre he sospechado que esta idea es falsa. Y hace poco, leyendo un libro de Marcos Aguinis, me encontré con la siguiente frase:

A lo largo de la vida he aprendido que la libertad absoluta no existe, porque están la responsabilidad y los límites que nos estructuran”.

Esta oración refleja perfectamente mi pensamiento. Creo que nunca se es plenamente libre.

Sin embargo, aún hoy hay personas en mi vida que me hacen planteos existencialistas. A veces me ocurre que, doblegada por el peso de mis problemas, tengo la sensación de que ya no puedo más. Ante este escenario, muchos me sugieren que deje todo, que me haga a un lado, que me aparte de los problemas.

A mí esto me resulta sencillamente imposible, por el simple hecho de que yo siento que tengo una obligación moral. Soy responsable.

Existen dos tipos de responsabilidades: las que te imponen de afuera (o externas) y las que te impone tu conciencia (o internas). Estas últimas son las más poderosas. Ineludibles.

Entonces no me parece viable un planteo existencialista. A menos que seamos capaces de evadirnos de nuestra propia conciencia. Cosa que me parece inimaginable.
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martes, 23 de noviembre de 2010

En el supermercado


Se puede decir mucho de una persona con sólo mirar lo que lleva en el carrito del supermercado.

Hoy había un señor adelante mío en la fila para pagar, que llevaba una botella de whisky, sándwiches de miga y langostinos. No hizo falta ni mirarlo para darme cuenta de que estaba frente a un bon vivant. Son mis favoritos.

Pero, a su vez, en el supermercado abundan las que yo denomino “chicas light”. Si, esas que cargan el carrito con yogur Ser, galletitas de salvado y manzanas. Honestamente, me deprimen.

También es común toparte con las clásicas amas de casa (de las que tienen miles de niñitos) que compran de todo mucho y en envase grande. Llevan el carrito lleno hasta el tope. Y encima, probablemente la compra les dure sólo una semana.

Y después está, por supuesto, el carrito del soltero: cerveza, desodorante, espuma de afeitar y comida congelada.

Los carritos hablan. Reflejan tu día a día. Hoy el mío probablemente decía que voy a pasar una linda nochecita de verano con algunos invitados: queso brie, camembert y vino rosé. No puede fallar.
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viernes, 12 de noviembre de 2010

Vestirse a la francesa


Es innegable, la elegancia es un valor perdido.

La mujer femenina y arreglada está pasada de moda. En muchos países ya existe un culto a la informalidad. La gente se produce para parecer desprolija.

El jean gana terreno, las zapatillas se imponen, el pelo parece cortado con los dientes del peluquero, cero make up, y hasta agujeros en la ropa. Ese es el look que predomina hoy en día.

Pero en Francia es diferente. Si uno camina por los barrios paquetes de París, las mujeres derrochan glamour (y los hombres también). EL JEAN NO EXISTE. Por el contrario, predominan los vestidos, las polleras, los blazers, los stilettos y, por supuesto, los pañuelos de seda.

En cambio, caminando por los barrios elegantes de Buenos Aires y otras ciudades de Argentina, lo único que se ve es un despliegue de señoritas desalineadas y despeinadas.

Parece que solamente con los años las argentinas nos preocupamos por vestirnos como corresponde. Las señoras mayores de nuestro país suelen ser muy elegantes, pero las jóvenes dan lástima.

Ya que vivimos en un mundo tan globalizado, ¿no podemos aprender a vestirnos como las francesas?

Tampoco digo que haya que viajar a París para hacer un curso acelerado de buen gusto, pero un un poquito más de Vogue por favor.

Ojalá podamos recuperar un poco de la elegancia perdida.
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martes, 9 de noviembre de 2010

El comentario


Mis años de experiencia relacionándome con distintos grupos de mujeres, me han hecho notar lo siguiente: la que se va primera de la reunión, la liga.

¿En qué sentido?, permítanme ilustrarlo.

Ayer, mientras recorría las cuatro cuadras que separan mi casa del gimnasio, pasé por al lado de tres mujeres que hablaban animadamente. Una de ellas saludó y se fue. Las otras dos, a medida que ésta se alejaba, comentaban “-Está más gorda ¿no?, -Si puede ser…”

Fue entonces cuando me di cuenta de que ese tipo de situaciones se dan frecuentemente. La partida de una de las amigas o conocidas del grupo, es seguida por un comentario malicioso de las mujeres remanentes.

No sé si será la imposibilidad de decir ciertas cosas a la cara, o la necesidad de decir algo feo sobre la otra, pero pasa.

¿Por qué será que las mujeres nos matamos entre nosotras?

Si entre ellas se pelean, las devoran los de afuera…
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