Esta semana me corté el pelo. Lo tenía largo y con las puntas maltratadas y desteñidas. Lo corté un poco por debajo del hombro, levemente rebajado adelante y recto atrás.
Me sentí muy bien con el cambio. Me puse a pensar en que si algo tan trivial como un corte de pelo puede cambiarte el humor, ¿no sería buenísimo poder hacer cambios en temas más relevantes? Imagínense lo que te ayuda a cambiar de aire.
No sé si les pasa, pero en mi vida hay cosas que sobran y hay cosas que faltan. Supongo que nos ocurre a muchas.
Sobran, por ejemplo, pensamientos negativos. En lo personal, tengo la capacidad de hacerme la cabeza con cualquier tema. Siempre tengo una excusa para estar preocupada. Suelo pasarme minutos, y en ocasiones horas, antes de dormir pensando en todo lo que me consterna.
Sobra ego. Ojalá pudiéramos levantar la nariz de nuestros asuntos para mirar un poco lo que pasa a nuestro alrededor.
Sobran posesiones materiales. En los tiempos que vivimos tener es muy importante ¿Para qué comprar toneladas de ropa que al final no vamos a usar?
Falta fundamentalmente paz. Vivimos apuradas, buscando los que creemos que necesitamos para ser felices. Como si una casa, un auto, un casamiento, o algo puntual nos fuera a cambiar la vida.
Falta aprender a valorar las cosas simples de la vida. El aroma que queda después de llover, un almuerzo al aire libre, un helado, una película francesa.
Falta dedicar tiempo a los afectos, tener gestos, decirles te quiero.
Hoy estoy un poco cursi, pero creo realmente que hacen falta cambios. Las prioridades están desordenadas. Sobran muchas cosas, faltan tantas otras. Vivir no debe ser una odisea. Vivir bien es vivir simple.