A
escasos días de mi cumpleaños, me puse a pensar si es que existe un costado
positivo del paso del tiempo.
Conozco
a muy pocas mujeres que les guste cumplir años. Es que en general, te tira para
atrás la idea de que te estás poniendo “más vieja” y que la vida va pasando.
Claro
que también hay mujeres que se toman el paso de los años con una filosofía más
zen, y celebran cada año trascurrido como una nueva tanda de experiencia y
sabiduría.
Sin
embargo, no puedo evitar poner ligeramente en duda esta postura optimista.
Los
años van pasando y la experiencia de vida se acumula, pero muchas veces me
encuentro a mí misma repitiendo por enésima vez los errores del pasado.
¿A
quién no le ha pasado decir “es la última vez que…” y después lo volvemos a
hacer?
Llamar
a un ex novio que sabés que no te hace bien, comer como bestia, hablar de más,
apurar un proyecto o una relación, agarrar un trabajo que no te convence. Típicos
errores que cometemos y seguimos cometiendo, no importa cuántas veces lo
hemos vivido.
A
medida que pasa el tiempo, los defectos se profundizan. Aparecen las arrugas,
salen las canas, pero las mañas no se van ¿Nos ponemos más sabias o más necias?
En
mi caso, las arrugas y las canas aún no se asoman (¡Gracias Dios!). Sólo espero
que cuando esto ocurra, aparezcan acompañadas de un poco de discernimiento,
templanza, paz y mucha, pero mucha sabiduría.
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