Hace unos meses me enojé mucho con una amiga. Ella dijo algo que para mí fue muy agraviante. Eso llevó a que, a pesar de conocerla y quererla desde hace años, decidiera no hablarle más.
No fue una decisión muy sabia. Supongo que ninguna decisión que se toma “en caliente” es sabia. Yo estaba indignada. Pasaron los meses sin vernos, y la relación se perdía cada vez más.
Hace poco, recapacité. Me di cuenta de que toda historia tiene dos campanas. Entonces hice algo que tendría que haber hecho mucho antes: levanté el teléfono y la llamé.
Ella, al principio se mostró fría, pero después me confesó que hacía mucho que esperaba mi llamado y que quería hablar conmigo. “¿Vamos a tomar un café? –me dijo.
Esta frase encierra mucho más de lo que parece. Ir a tomar un café implica que estás abierta a una reconciliación. Quiere decir que tenés ganas de escuchar lo que el otro te tiene que decir, y que vos también tenés mucho para decirle.
Ir a tomar un café significa “me interesás”.
Las amigas van a tomar café cuando están tristes, cuando están contentas, cuando están preocupadas y hasta cuando están enojadas. El café es la excusa de la amistad.
Queridas amigas, imagínense una vida sin ir a tomar un café. Imposible.
Es increíble la cantidad de historias que sobrevuelan las mesas de las confiterías. Podrían escribirse libros enteros.
Conclusión, estoy entusiasmada. Voy a ir a tomar un café con mi amiga. Nuestra amistad perdura.