miércoles, 30 de junio de 2010

Vamos a tomar un café


Hace unos meses me enojé mucho con una amiga. Ella dijo algo que para mí fue muy agraviante. Eso llevó a que, a pesar de conocerla y quererla desde hace años, decidiera no hablarle más.

No fue una decisión muy sabia. Supongo que ninguna decisión que se toma “en caliente” es sabia. Yo estaba indignada. Pasaron los meses sin vernos, y la relación se perdía cada vez más.

Hace poco, recapacité. Me di cuenta de que toda historia tiene dos campanas. Entonces hice algo que tendría que haber hecho mucho antes: levanté el teléfono y la llamé.

Ella, al principio se mostró fría, pero después me confesó que hacía mucho que esperaba mi llamado y que quería hablar conmigo. “¿Vamos a tomar un café? –me dijo.

Esta frase encierra mucho más de lo que parece. Ir a tomar un café implica que estás abierta a una reconciliación. Quiere decir que tenés ganas de escuchar lo que el otro te tiene que decir, y que vos también tenés mucho para decirle.

Ir a tomar un café significa “me interesás”.

Las amigas van a tomar café cuando están tristes, cuando están contentas, cuando están preocupadas y hasta cuando están enojadas. El café es la excusa de la amistad.

Queridas amigas, imagínense una vida sin ir a tomar un café. Imposible.

Es increíble la cantidad de historias que sobrevuelan las mesas de las confiterías. Podrían escribirse libros enteros.

Conclusión, estoy entusiasmada. Voy a ir a tomar un café con mi amiga. Nuestra amistad perdura.
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lunes, 28 de junio de 2010

La mudanza


En aproximadamente dos meses tengo que mudarme de casa.

Al parecer, a pesar de creerme muy moderna, en algunos aspectos soy bastante tradicional. Paso de la casa paterna a mi nuevo hogar conyugal.

La verdad es que viví sola algunos años cuando estaba en la universidad. Tiene su encanto. Podés pasearte con poca ropa, poner la música fuerte y bailar frente al espejo. De todas maneras, no me gustaría volver a vivir sola.

Es necesario tener un espacio propio y privado dentro de la casa, pero me gusta saber que hay alguien cerca.

En fin, me fui por las ramas. La cuestión es que me mudo, y me puse a pensar que una mudanza te trastorna bastante. No lo digo por el lío que implica el traslado en sí mismo, sino por el “lío emocional” que genera.

Empezás a sacar las cosas de los cajones y van apareciendo objetos que casi habías olvidado que tenías. Cosas antiguas, nuevas, regaladas, comparadas en algún viaje o en alguna oportunidad espacial… recuerdos de tu vida.

En general, uno tiene la falsa idea de que si alguna vez te mudás, vas a hacer limpieza. Entonces te das cuenta de que no querés tirar nada, porque todo te remonta a algún momento lejano, o no tan lejano. “Este es el collar que me compré con mi primer sueldo”, “Este es el bolso que me regaló mi mamá cuando me saqué mi primer 10” “Estos zapatos me los compré cuando me ascendieron”. Cada cosa tiene su valor sentimental. Y decidís conservar todo.

Dejar una casa te provoca una nostalgia terrible. Pensar en todos los momentos que viviste ahí te pone la piel de gallina ¡Cómo voy a extrañar a mi familia! Aunque sé que siempre va a estar.

Cuando la vida te regala nuevas oportunidades hay que abrazarlas con fuerza. Estoy lista para abrazar el cambio.
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sábado, 26 de junio de 2010

La reina de la casa


Durante siglos, las mujeres hemos sido consideradas un género inferior. No se nos permitía estudiar, votar, trabajar y, menos aún, opinar. Siempre un paso detrás del hombre, se nos ha definido como el “segundo sexo” o “sexo débil”.

Felizmente, esta mentalidad machista cada día desaparece un poco más. Ante todo, nosotras mismas vamos aprendiendo a valorarnos y a tener confianza, venciendo tabúes y prejuicios arcaicos e inútiles.

Las mujeres existimos para ser amadas y adoradas. Representamos la belleza, la fortaleza, la inteligencia aguda y la continuación de la vida.

No debemos conformarnos, sino aspirar a que el hombre que nos acompañe, sepa apreciarnos y cuidarnos como merecemos. A mí no me alcanza con que mi pareja me quiera. Necesito que esté loco por mí. Y que sea recíproco. De lo contrario, prefiero estar sola.

Hace poco fui a tomar el té a casa de una amiga. En el medio del living había una pintura muy grande con la imagen de la dueña de casa. La verdad es que quedé fascinada. Así debe ser –pensé. Hay que darle a la mujer un lugar central. La cabeza de familia. La reina de la casa.

Ya va siendo hora de que las mujeres volvamos a ocupar el trono que nos corresponde.
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jueves, 24 de junio de 2010

El descanso como recompensa



Tener momentos de ocio es necesario. Para relajarse, para estar con tus seres queridos, para hacer lo que te guste. El descanso es imprescindible para conservar la salud física y mental.

Pero los momentos de ocio se disfrutan más cuando se dedica gran parte del tiempo a alguna actividad productiva. Es fácilmente comprobable que cuando estuviste trabajando todo el día, el descanso es más anhelado, se siente más merecido y, por lo tanto, se valora más.

El ocio es un arma de doble filo. Es fundamental para una vida equilibrada. Sin embargo, es peligrosamente desilusionante cuando abunda. Pasar mucho tiempo sin hacer nada es tan perjudicial como el exceso de trabajo. El descanso no es un bien en sí mismo. Es sólo un platillo de la balanza.

Nada más reconfortante que la sensación del deber cumplido. Al terminar el día, junto con la tranquilidad del descanso, se vive la satisfacción de haber sido útil.
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jueves, 17 de junio de 2010

El poder de la belleza



Las cosas lindas atraen la atención humana. Pero tienen además la capacidad de levantarnos cuando estamos un poco caídos de ánimo.

No digo que podamos ahogar nuestras angustias existenciales en cosas mundanas. Simplemente creo que cuando disfrutamos de lo estético, el espíritu de alguna forma también se enriquece.

Hace pocos días alguien que conozco estaba pasando por un momento complicado. Se encontraba triste y desganado. De repente, pasan por televisión una propaganda del mundial de futbol, con esa música tan linda que tiene. Entonces esta persona, por primera vez en días esboza una sonrisa. “El mundial me pone de buen humor” – me dijo.

Claro que un par de goles no iban a solucionar su problema, pero en ese momento fue un mimo para el alma.

Confieso, con riesgo de sonar un poco hueca, que a mí me pasa algo similar, pero con la última cartera que me compré. La busqué por todos lados y es divina. Es una pavada y no borra mis preocupaciones, pero cada vez que la miro me pone contenta.

Hoy, camino a una reunión, pasé en un taxi por al lado de mi confitería favorita. No paré para tomar un café, ni nada. Sin embargo, sólo el hecho de que esté ahí, sólo verla me causó una mini-sensación de felicidad. Es que las cosas bellas tiene esa virtud.

El Papa Benedicto XVI una vez dijo: “¿Acercar el hombre a Dios y Dios al hombre no pasa sobre todo a través de lo que llamamos humanidad?... Amar las cosas humanas, amar la belleza de la Tierra, no es sólo humano, sino también muy cristiano”.
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miércoles, 16 de junio de 2010

La publicidad y los estereotipos


Hay quienes piensan que la publicidad es un reflejo de la sociedad. Queridas amigas, permítanme decirles que, si es así, estamos en el horno.

Para empezar, todas las propagandas de productos de limpieza tienen como protagonistas a mujeres. Pero no a mujeres normales, sino a amas de casa desesperadas cuya principal preocupación es que el inodoro quede bien limpio o que los pisos estén relucientes. Estas damiselas en desgracia reciben con cara de asombro y felicidad desbordante, la llegada de un señor musculoso que viene a salvarlas de tener que fregar, o la visita de una gota simpática de detergente.

Ante esto quisiera aclarar algunas cosas. Primero, tanto hombres como mujeres tenemos la misma capacidad de limpiar la casa. Segundo, a las mujeres no nos emocionan los productos de limpieza, nos conmueven las joyas, y en el peor de los casos, las flores. Tercero, todas esas propagandas son malísimas.

Por otro lado, tenemos las publicidades de productos para hombres. Voy a tomar como ejemplo la más nefasta de todas. Se trata de un desodorante que tiene como particularidad convertir hasta al más feo de los hombres, en una especie de imán de mujeres.

A continuación, mis comentarios. En primer lugar, las mujeres no nos comportamos como gatas en celo. No nos damos vuelta a mirar un tipo por el olor, y menos si se trata de un desodorante berreta. Además, tengo la esperanza de que esta propaganda esté cometiendo una injusticia al caracterizar a los hombres como lo hace, porque si realmente se sienten identificados, es muy lastimoso.

Quiero creer que las mujeres tenemos cosas más importantes que hacer que elegir un limpiador y que los hombres son más que muchachitos desgarbados a la pesca de minitas por docena. Ojalá los publicistas algún día se enteren.
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lunes, 7 de junio de 2010

Por amor a vos


¿Alguna vez te preguntaste por qué hay mujeres que son naturalmente glamorosas?

Seguramente estarás pensando: “Yo invierto cualquier cantidad de tiempo y plata en estar bien, pero nunca quedo como yo quiero”.

Luego de varios años de observación a este tipo de mujeres que están siempre divinas, llegué a una conclusión: La diferencia está en que a ellas les gusta arreglarse.

Si, tan simple como eso. Hay personas que disfrutan del proceso de producción.

La mayoría de las mujeres que conozco “sufren” para estar lindas. No les gusta hacer ejercicio. Asocian comer sano a comer poco. Les da fiaca peinarse y pintarse. Etc.

Así nunca vas a lograr buenos resultados. Las cosas que se hacen de mala gana no salen bien. Obvio que a nadie le divierte depilarse, pero es importante que aprendas a disfrutar de tu producción. Es una forma de diseñar tu imagen personal. Nada menos que una forma de arte.

Y no lo hagas por los motivos equivocados. No trates de mantenerte flaca o joven porque la sociedad te lo demanda. Hacelo por vos. Y si no, no lo hagas.

Ser coqueta es una característica de la femineidad. Encontrá tu estilo, y vivilo con relax.

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viernes, 4 de junio de 2010

Libre para disfrutar


Todos nosotros empezamos a caminar por esta vida con una mochila vacía. A medida que van pasando los años, vamos cargando piedras, piedritas y piedrotas. Llevamos sobre nuestra espalda complejos, traumas, miedos e inseguridades. Todo producto de experiencias negativas, o de nuestra propia personalidad.

Considero que es normal llevar un poco de equipaje. Desconfío de quien diga que no tiene preocupaciones. Ahora bien, el problema es grave cuando toda esta carga emocional nos afecta tanto, que no nos permite disfrutar de las cosas buenas de la vida.

Enfrentémoslo, las mujeres somos especialistas en cargar la mochila. Me parece que mucho más que los hombres.

No es fácil encontrar un mecanismo que nos ayude a despegarnos de todos nuestros conflictos internos y externos, para poder relajarnos en las situaciones lindas. Requiere de una capacidad de abstracción considerable, y no todas la tenemos.

Aún así, cada día debemos trabajar para recuperar el disfrute. Es algo que nos debemos a nosotras mismas, como personas. Además, cuando vos estás bien, transmitís tranquilidad a todos aquellos que te quieren.

Para disfrutar hay que ser libre. Que tus miedos no te limiten.

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