Esta tarde me compré un nuevo libro que ha salido referido al parador restaurant La Huella, de José Ignacio Uruguay.
Como soy una ansiosa atolondrada que no sabe esperar (al menos eso me dice siempre mi marido), esta misma noche me he puesto a ojearlo.
Me encantó leer un breve resumen de la vida que llevaban los dueños del lugar antes de abrir las puertas del parador.
Uno imagina vidas llenas de glamour y esnobismo, considerando que La Huella es el parador de moda de unos de los balnearios más exclusivos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
Los dueños e impulsores de La Huella son hombres rústicos, que se ganaban la vida lavando copas y que viajaban por el mundo con lo puesto y pocas monedas en los bolsillos.
Son hombres que sueñan, cocineros, artistas, bohemios.
Manejan un negocio top, pero lo hacen por amor al arte (y como un negocio también, claro).
Esa idea me hizo reflexionar. En la vida muchas cosas pueden hacerse por amor al arte o meramente por esnobismo.
Ir a comer a un lugar como La Huella puede ser el medio ideal para ver y ser visto, o puede ser más que nada una experiencia gastronómica, casi artística.
El verdadero amante de la gastronomía se apersona en el restaurant no para ver gente, sino para degustar las croquetas de cangrejo.
Lo mismo ocurre con la literatura. Hay quienes leen a Chéjov porque les gusta, hay quienes lo leen porque queda bien decir que leen a Chéjov.
He recibido miradas de lástima cuando en alguna ocasión he dicho que no termino de comprender a Borges. Ahora bien, si realmente no me gusta, ¿porqué tengo que fingir admiración para quedar bien?
Alguna vez fui tildada de esnob por mi madre, cuando hace algunos años molía maní tostado para agregárselo al wok de pollo. No lo hacía por esnob. Realmente me gusta el pollo con maní. No es por hacerme la rara.
Elegir un restaurant, leer un libro, hasta comprar un traje de diseñador son acciones que pueden entrañar un simple acto de esnobismo o un verdadero tributo a algo que consideramos arte. Todo depende de si lo hacemos mirando a los demás o a nosotros mismos.
Que todas nuestras elecciones sean impulsadas por el amor al arte, que es, en definitiva, lo que enriquece el espíritu.
Justo Borges, en mi opinión el mejor artista literario de habla hispana! (Y no lo digo por snob, realmente me encantan sus cuentos).
ResponderEliminarLo decís realmente por amor al arte!
ResponderEliminarCecilia me encanta tu blog, felicitaciones! Soy escritora pero soy mejor lectora...y la verdad tampoco me gusta Borges ni por esnobismo ni por su arte, no me gusta y no me avergüenza decir que no termino de comprenderlo.
ResponderEliminarY te cuento algo mas...me fascina el pollo con almendras y eso es por amor al arte, jaja
Querida lectora.
EliminarTenemos dos cosas en común! Gracias por tu comentario y por la buena onda.
Cariños!
Precioso blog;no dejes nunca de escribir.un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
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