Aquí estoy finalmente en la ciudad de Miami. Luego de un vuelo de 9 horas, llegamos al hotel con la reserva de energía prácticamente consumida.
Nuestro cuarto aún no estaba listo, entonces decidimos ir a Bal Harbour Shops a pasear un rato para pasar el tiempo hasta la hora del check in.
Tengo que confesar que Miami no es una de mis ciudades favoritas, pero tiene una serie de atractivos que hacen que venir realmente valga la pena. Uno de ellos es su mar celeste casi transparente. El otro gran atractivo es este centro comercial de Bal Harbour, totalmente fascinante.
Aunque no compres ni un alfiler, Bal Harbour es un lugar para estar. La gente que lo recorre, más específicamente las mujeres, son dignas de admiración.
Yo no sabría decir con exactitud cuántas horas inverten en producirse, pero sí diría que son muchas, pero muchas.
Todo lo que lucen es de diseñedor, desde el reloj hasta los zapatos. El make up es cargado, bien cargado: base, polvo compacto, sombras, delineador, todo a plena luz el día.
El pelo realzado por un perfecto brushing. Con el rulo bien marcado en las puntas (cualquier porteña se lo desarmaría un poco al salir de la peluquería).
Los tacos son aguja y muy altos. Casi no sen ven las plataformas tan presentes en las calles de Buenos Aires.
Una puede no comparir el gusto por este "estilo Miami", pero lo que no puede negarse es que llama la atención.
Miami es el antónimo de simpleza y de bajo perfil. La que le gusta lo aprovecha, y la que no, bueno al menos lo aprecia como algo maravillosamente diferente.
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