Tengo que admitir que cuando viajo me resulta difícil publicar. Rara vez viajo con mi computadora y no tengo paciencia para usar las computadoras de los hoteles.
Ayer llegué de las islas Galápagos en Ecuador. Fui a acompañar a mi marido a una convención. La verdad es que el destino mucho no me gustó. Me limitaré a decir que no es mi estilo.
Todo era muy rústico y precario. Además me había ilusionado con las visitas a la playa, pero el mar era tan frío que apenas pude meter un pie en el agua.
Fui con mi marido a casi todas las conferencias. No me tentaba la idea de irme a recorrer la isla sola, aunque tuvimos algo de tiempo para hacer varias excursiones.
Las conferencias se me hacían un tanto largas y poco interesantes. Allí estaba yo, perdida en una isla del Pacífico, escuchando a intelectuales hablar sobre las tortugas, Darwin y la evolución.
Ante el exceso de tiempo libre y la falta de cosas divertidas para hacer, mi mente se puso a deambular y a analizar cada detalle de lo que me rodeaba.
De los oradores de las conferencias, muchos era personas muy preparadas y cultas. La mayoría hablaba con un tono de voz seguro y hasta arrogante.
Entonces no pude evitar preguntarme si la falta de humildad es una consecuencia necesaria de ser un intelectual. Yo creo que no.
Existen personas que son muy capaces y conocedoras, pero que no tienen esa cuota de soberbia al hablar.
Es lindo estudiar, observar, leer y ampliar nuestros horizontes. Sin duda agranda la cabeza, pero hay que tener cuidado de no agrandar el ego proporcionalmente.
Tan importante como cultivar el intelecto es cultivar la humildad. Pienso que es un verdadero desafío.
Usar un tono de voz suave, no emplear frases categóricas, saber escuchar, son todas actitudes que tendríamos que ir incorporando de a poco.
Me llevo de Galápagos las vistas al Pacífico, el sabor de sus plátanos y langostinos gigantes y la enseñanza de que no importa qué tan intelectuales seamos, siempre hay que conservar la humildad.
El ego es muy difícil de manejr. Conozco a personas que eran super tímidas y humildes en su forma de ser y que un poco más de reflector encima las hizo sentirse super estrella y perder ese encanto tan único que tiene la sencillez.
ResponderEliminarHay un límite muy fino que cuesta aprender a respetar. Creo que es un trabajo diario.
Al margen, esos langostinos destilan amor culinario ♥
Besos y bienvenida!
Gracias Aninka por tus palabras siempre tan ricas y cariñosas!!
ResponderEliminarFeliz de estar de vuelta en el mundo blogger!!
Un beso!