martes, 8 de noviembre de 2011
Fin de año y el vestidito azul
Cuando cambian las estaciones, las mujeres maniáticas del orden, guardamos la ropa de la temporada que pasó y desempolvamos las prendas de la temporada que viene. Así pues, un día de la semana pasada, me decidí a guardar prolijamente en cajas y fundas toda la ropa de otoño-invierno.
Este proceso de cambio de temporada, viene también acompañado de otros subprocesos complementarios: divido las prendas en 1) De invierno, no la uso más hasta junio, 2) De media estación, todavía no la guardo por si está fresco y 3) Prendas que se pueden usar en cualquier temporada.
A su vez, trato de separar aquellas prendas que no uso para regalárselas a gente que las aproveche mejor que yo. En medio de este proceso, me encontré con un vestidito azul que tengo hace ocho años y que, para ser sincera, usé una sola vez en mi vida.
Lo cierto es que lo más sensato sería regalarlo, pero todos los años, cuando hago limpieza de placard, algo me impide deshacerme de él.
Seguí como si nada clasificando ropa y me dije a mí misma: “antes de fin de año lo voy a usar”.
De repente me di cuenta: hago lo mismo con todos los temas pendientes de mi vida. Ese vestidito azul, tan cotidiano y trivial, simboliza un patrón de conducta: Se acerca fin de año y pretendo hacer todo lo que no hice durante los diez meses anteriores.
Me encuentro en el mes de noviembre pensando: “podría empezar la ortodoncia…”, “voy a pedir fecha para defender la tesis del posgrado”, “esos trámites trabados del trabajo tienen que salir antes de fin de año”, y así sucesivamente. Como si fin de año fuera a hacer posible lo que estuvo parado todo el invierno.
También está el clásico “tengo que bajar esos dos kilos de más antes de fin de año”. Ya no sé ni por qué los llamo “kilos de más”, si los tengo hace tanto tiempo que ya son parte de mi yo normal.
Bajar de peso, solucionar todos los problemas laborales, recibirnos de una carrera, todo, todo, hasta usar un vestido ignoto, queda acumulado para fin de año.
Con las energías por el piso, añorando mis vacaciones, me tendí sobre la cama para hacer un repaso mental de todo lo que me hubiese gustado tener concluido en diciembre. Suspiré al darme cuenta de que la lista es abrumadora. Miré para el costado y ahí estaba, colgado, ese desafiante vestidito azul, el que seguramente no me voy a poner nunca más.
Por lo menos me sirvió para reflexionar y darme cuenta de que NO SE PUEDE RESOLVER TODO ANTES DE FIN DE AÑO. Ha cumplido su función, lo regalo.
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