martes, 18 de octubre de 2011
De musas y mujeres comunes
Estaba mirando un programa por televisión de preguntas y respuestas, cuando un concepto se me coló entre los pensamientos.
La conductora le preguntó al participante quién había sido la musa de un pintor cuyo nombre no me acuerdo en este momento. Y así, caprichosamente, como se maneja la cabeza, me puse a pensar en esa palabra. Me sonaba lindísima. Como una mezcla entre elegancia y misterio.
La noción de musa alude a seres que inspiran el arte, pero a la vez suelen ser grandes creadoras. Son personas con luz propia. Llaman la atención y a veces hasta obsesionan.
Qué concepto tan atrayente, ¿a qué mujer no le gustaría ser una musa?
Los hombres son muy creativos a la hora de piropear a las mujeres, aunque pocas veces he escuchado que cataloguen a una mujer como musa. Ése sí que sería un lindo piropo para recibir.
Pensándolo bien, para mi desolación, nunca me he sentido musa de nadie. Simplemente no soy así. No poseo esa nota enigmática, casi mística, en mi personalidad.
Pero si bien no tengo la dicha de ser una musa, me considero muy afortunada, porque son muchas las mujeres que día a día, de diferentes maneras, me inspiran.
Mujeres del pasado y del presente que con sus vidas emblemáticas me alientan a crear, en mi tiempo, y dentro de mis posibilidades.
Hay algo mejor que ser una musa, vivir rodeada de ellas.
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