En el mundo existe el bien y existe el mal. Esto no es ninguna novedad. Todos sabemos disfrutar de lo bueno. Es muy fácil. Lo complicado es cuando nos suceden cosas malas. Es entonces cuando nuestro equilibrio interior comienza a tambalearse.
Hay cosas malas que son más graves que otras. Algunas son ocasionadas por terceros, otras por nosotros mismos, y algunas no son imputables a nada ni nadie en particular. Simplemente pasan. No sabemos bien por qué.
Pero todas las cosas malas tienen algo en común: nos provocan dolor. Esa palabra que hasta escribirla o leerla duele. Esa palabra que designa un sentimiento tan profundo y humano como incomprensible.
El dolor está en todos los rincones del mundo. El hambre, la injusticia, las enfermedades, el desamor: grandes generadores de dolor.
El dolor puede ser suscitado por algo que nos pasa a nosotros o por algo que les pasa a aquellos que amamos.
En mi corta vida, he visto la cara del dolor. La he visto en los ojos de una amiga sufriendo porque el hombre que amó durante tres años, ya no la quiere. Lo único que ella podía ver en aquel momento era el resto de su vida sin él. Días vacíos, sin amor.
He visto la sombra del dolor en la cara de una persona que perdió a uno de sus padres, o a uno de sus hermanos.
Veo el dolor en mis propios ojos cuando pienso en que mi familia ya no es una familia, o cuando convivo con la enfermedad de uno de los pilares de mi vida.
Cuando se sufre tanto, cuando el dolor llena cada espacio de tu cuerpo, nunca se vuelve a ser la misma persona. Sos otra. Para siempre.
Nunca creí en esas ideas que relacionan al dolor como algo positivo porque permite crecer. ¿Acaso no sería mejor madurar de alguna forma más linda? ¿No sería mucho más llevadero un mundo sin dolor? Seguramente. Pero la realidad es otra y no hay nada más inútil que enojarse con la realidad.
Ante el dolor, la lucha, siempre la lucha, pero conscientes de que somos humanos y, por lo tanto, no omnipotentes.
Cuando me pasa algo malo no me enojo con Dios. Pienso que Él hace lo que hace. Punto. Muchas veces yo no lo entiendo, y eso me parece lógico. ¿Qué clase de dios cabe perfectamente en la cabeza de un ser humano? Sería un dios muy limitado ¿no les parece? Dios no se ajusta a la razón humana. Justamente porque es Dios.
Desde el fondo de mi alma, y de mi dolor profundo, les recomiendo que luchen por lo que quieren, recen por lo que no puedan humanamente, y no se enojen si las cosas no salen como esperaban.
Leer más...