Después de una relajante (y bastante larga) estadía en Punta del Este, mi regreso a la Argentina me encontró con una considerable cantidad de temas acumulados en el trabajo y un persistente cargo de conciencia por estirar mis vacaciones.
Por eso, cuando comenzó febrero,
decidí viajar al interior del país para dedicarme a los tan postergados temas
laborales.
Ya estamos a 18 del mes y no me
he movido de este lugar. Ya usé varias veces la ropa que traje en la valija y todavía
me queda una semana de estadía. En general soy bastante hábil para preparar
valijas (debe ser porque me la paso viajando desde que tengo uso de razón),
pero tampoco puedo llevar todo mi guardarropa de Buenos Aires a cada lugar al que
voy.
Cuando una viaja frecuentemente, la ropa
nunca está disponible. Porque te quedó en otra ciudad, porque se está lavando,
por lo que sea. Me pasa muy seguido querer ponerme, por ejemplo, una pulsera y: “Ay
no. La dejé en Mendoza”.
A veces llevo los stilettos a
pasear en la valija y no los uso. Cuando por fin decido no llevarlos, los
necesito porque tengo un programa de último momento. Típico.
Si bien paso tiempo en distintas
ciudades, hay ciertos rituales de belleza que sólo cumplo en determinado lugar.
El color, las cejas, las manos, los pies. Y ese lugar queda en Buenos Aires. Por
lo tanto, esta prolongada estadía en el interior me tiene de lo más
desalineada.
Las raíces marrones ya me llegan
hasta la oreja y mis manos parecen las de una profesora de artes plásticas.
Necesito desesperadamente volver
a mi ciudad de residencia (no sólo porque extraño a mi marido, claro), sino
también porque tengo que dedicarme a mi estética personal antes de que pierda
por completo el sentido de feminidad.
Pero estimo que esto de dejarse estar, no sólo me
sucede a mí porque viajo. En cualquier circunstancia, nómada o sedentaria, cuando el trabajo se pone
demandante, la coquetería pasa a segundo plano.
Lo veo en mis amigas, cuando
están muy a full con sus carreras empiezan a descuidarse el pelo, la ropa y hasta la figura.
Aprender a balancear el cuidado
personal y la vida profesional es otro de los pequeños, pero no por eso menos importantes, desafíos de las mujeres modernas.
Siiii!!! No hay nada mas molesto que estar incomoda con una misma, ya sea por no tener la ropa adecuada, o por cuidados personales pendientes o por algun kilito de mas...
ResponderEliminarAcabo de llegar de Punta,y desde el fin del ciclo escolar (tengo hijos chiquitos) tengo mis rutinas a mitad de camino.. Son tan necesarias !!
Que interesante que viajes tanto por trabajo!.
Saludos
Sil
Gracias Sil!
ResponderEliminarLa rutina personal es sumamente necesaria! Extraño hasta el gimnasio! Imaginate!
Cariños!