Durante siglos el sexo ha sido visto por distintas culturas como algo prohibido, pecaminoso y perjudicial. Como dice Marcos Aguinis en su libro “Elogio del Placer”, lo placentero ha sido reprimido, castigado y perseguido.
En la actualidad, subsisten falsas culturas que siguen condenando una sexualidad plena, sobre todo la femenina.
Creo, sin embargo, que es innegable que en nuestra sociedad hoy se vive de modo completamente diferente. El sexo ya no es reprimido. Todo lo contrario, está muy patente.
El fenómeno de Internet permite que inmensas cantidades de pornografía estén a sólo un click de distancia.
Ni siquiera hace falta prender la computadora, pasar por al lado de cualquier kiosko de revistas, es un incesante bombardeo de imágenes de señoritas en posiciones insólitas mostrando toda la mercadería.
En la televisión el sexo está presente siempre y no sólo en los horarios de protección al menor.
Resumiendo, vivimos en una sociedad completamente sexualizada. Quiero decirles que, en mi humilde opinión, esto no es positivo.
Claro que no comparto esa mentalidad arcaica de que el placer sexual trae aparejado castigos inimaginablemente horribles, pero esto de ver una lola o una cola cada 20 minutos me parece demasiado.
El sexo no debe ser reprimido, pero si está tan permitido se vuelve aburrido.
Una mujer con poca ropa ya no es algo provocador y sensual, es moneda corriente. Y lo corriente, lo manifiesto, pierde la gracia.
¿Es este el fin del misterio? Quizás llegó la hora de que las mujeres nos vistamos más, para poder desvestirnos mejor.