viernes, 26 de marzo de 2010
Grandes Mujeres
No conozco nada más seductor que una mujer con mucha personalidad. De por sí, las mujeres somos seres más estéticos y bellos que los hombres. Pero si a esa delicadeza y elegancia de las curvas femeninas, le agregamos un espíritu grande, la combinación es exquisita.
Curiosamente, estas amazonas de la vida no suelen ser pacíficamente aceptadas. En general, existe cierta reticencia hacia ellas. Despiertan polémicas y antipatías, no sólo en hombres sino también en mujeres.
A mí estos personajes abrumadores me resultan fascinantes. En realidad, lo que me cautiva no son sus actos en particular, sino la pasión que ponen en ellos.
Actualmente estoy leyendo un libro de Patricio Lóizaga sobre Victoria Ocampo. Él describe a la escritora como una mujer increíble, y la compara con Eva Perón. Está claro que se trata de dos mentalidades y dos realidades completamente diferentes. Por un lado, una chica poco educada de clase obrera, con fuertes intervenciones en la vida política argentina. Por el otro, una aristócrata que se convierte en un ícono de la cultura nacional. Pero Lóizaga nos recuerda que ambas tuvieron mucho en común: la lucha por los derechos de la mujer, y las polémicas que generaron en sus círculos.
Podemos simpatizar o no con Victoria y con Eva, pero no podemos negar que siempre llevaron por dentro un fuego inagotable, una personalidad arrolladora.
No dejo de pensar que la pasión es un elemento clave para la vida. Las mujeres que viven guiadas por ella revolucionan el mundo. Dejan marca.
Pero ser apasionada es un arma de doble filo. Tanta energía, tantas ideas, pueden volverse inmanejables. Pienso, por ejemplo, en el suicidio de Virginia Woolf. Vivir intensamente tiene sus riesgos. Creo, sin embargo, que la vida lo amerita.
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