Hubo una época en la que estaba convencida de que las cosas malas sólo le ocurrían a las personas que no se comportaban bien. Como una especie de karma divino. Por eso, cuando me comenzaron a salir las cosas mal, interpreté las desgracias como un castigo por mis errores del pasado. Hoy pienso distinto.
Independientemente de que en algún momento Dios nos aplique la justicia eterna, no es lógico pensar que las cosas malas en la Tierra existen sólo para las malas personas.
Quizás tenemos muy arraigada la frase que los mayores suelen decir a los chicos: “Dios te va a castigar”. Sin embargo, la experiencia no lo ratifica y nada en la razón nos indica que sea así.
Conozco a muchas malas personas que no han recibido castigo por sus actos, y a muchas buenas personas que padecen sufrimientos inexplicables.
Las cosas malas pasan. Punto. ¿Por qué? Imposible de responder con certeza. Pero agregar al dolor que provoca el mal, la angustia de pensar que ocurrió por algo puntual que nosotros hicimos, es un sinsentido absoluto.
Es mejor usar los pensamientos para algo productivo. Por eso, la próxima vez que se pregunten ¿qué he hecho yo para merecer esto?, cambien el interrogante a ¿qué puedo hacer yo para revertir esto?