jueves, 9 de agosto de 2012

Keep walking


Si bien siempre he tratado de que en este blog se traten temas relacionados a la mujer desde una perspectiva divertida y descontracturada, cada tanto me tomo una licencia. Y en esta oportunidad, mi desgastada paciencia me ha llevado a decidir que quiero tocar un tema serio.

A ustedes, mis queridas lectoras, no se los tengo que explicar. Ustedes saben lo difícil que es la vida laboral. Conocen los sacrificios que hay que hacer, el tiempo y la energía que hay que invertir. Trabajamos para poder mantener un estilo de vida, para nuestro bien y el de nuestros seres queridos.

A veces las cosas no salen como esperamos, pero son los gajes del oficio. Ahora bien, ¿qué sucede cuando es el mismo Gobierno el que nos hace la vida imposible?

Nos dicen a qué precio vender, a qué precio comprar, nos prohíben importar, exportar, comprar moneda extranjera, adquieren grandes grupos de medios de comunicación, invierten millones en propaganda oficial, dibujan los índices de inflación, manipulan el consumo, expropian empresas sin los requisitos constitucionales, se apoderan de los fondos de los jubilados, ¿qué más?

Hay sectores de la vida económica argentina que, gracias a las medidas distorsivas de este gobierno, tienen un margen de rentabilidad bajo, pero parece que se han propuesto hacerlo desaparecer totalmente.

Es sencillo: si compro un caramelo a 5 pesos, tengo que pagar 3 pesos de sueldos e impuestos y no me dejan vender el caramelo a 8 pesos o más, pierdo plata, y NADIE TRABAJA PARA PERDER PLATA.

A veces siento que ya no me dan las energías. No debería ser tan difícil. Estoy casada, decepcionada y hasta indignada. 

La racionalidad brilla por su ausencia en las decisiones de los siniestros personajes que integran esta administración. Y mientras ellos engrosan sus bolsillos ilegítimamente detrás de un escritorio burocrático, quienes movemos esta economía, seguimos resisitiendo.

Los que creemos en la dignidad de la actividad privada, los que no cobramos un sueldo de un Estado corrupto e ineficiente, seguimos caminando, a pesar de todo.

Oíd mortales el grito sagrado: libertad, libertad, libertad”. Eso clamamos las provincias unidas del sur: que nos dejen ser libres, que nos dejen trabajar en paz.

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