sábado, 22 de mayo de 2010
Los grises de la vida
A medida que pasan los años, cada vez me cuesta más hacer afirmaciones irrefutables.
Cuando era chica creía que tenía todo claro. Sabía qué me gustaba y qué no. A qué quería dedicar mi vida, y contaba con una larga lista de cosas que “nunca” iba a hacer.
Pero las experiencias por las que uno va pasando, de a poquito te cambian. Descubrís, entonces, que no todo es tan blanco o tan negro como vos pensabas. Y llegan las crisis. Porque todo lo que te parecía incuestionable antes, ya no lo es tanto.
“Nunca digas nunca” es una frase muy sabia. Porque uno no sabe cómo puede reaccionar ante determinadas situaciones límites.
Ahora bien ¿cómo hacemos para sobrevivir estas incertidumbres sin caer en un vacío relativismo?
Ser flexible y abierto a la vida es bueno, sin embargo, no es deseable que todo nos dé igual. Debemos tener ciertos valores inquebrantables.
El equilibrio, en este sentido, es muy difícil de alcanzar.
Quizás la clave esté en aceptar que cada persona es un mundo, que cada uno "pilotea" la vida como puede. Respetar a los demás. Tolerar, en la medida en que no se afecten los derechos de terceros.
Apuntar a la perfección moral, pero siempre teniendo en cuenta nuestras limitaciones humanas. Limitaciones que son naturales, y que hacen que la superación personal sea aún más aplaudible.
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