Existen algunas preguntas que toda mujer que se respete debe hacerse cada tanto:
¿Estoy haciendo lo que me gusta? ¿Qué es lo que quiero para mi vida?
Lo cierto es que no siempre nos detenemos a indagarnos. Gracias a Dios yo siempre he tenido esa costumbre de escucharme a mí misma. Creo que es la única forma de encarar la dificilísima misión del autoconocimiento.
¿Por qué es fundamental el autoconocimiento en una mujer? Pues porque de esa manera logramos controlar esa preponderante tendencia femenina a postergarnos.
Dicen que para saber qué es lo que en verdad nos gusta, tenemos que remitirnos a lo que hacemos cuando tenemos tiempo libre, dicen que ahí está la respuesta.
Entonces me puse a recordar qué fue lo que hice en mis vacaciones: leer, escribir, cocinar y caminar. Ésa es mi idea de pasarla bien.
Ahora yo me pregunto, ¿cuál es el común denominador de todas estas actividades? ¿Por qué las disfruto?
Como intento de respuesta podría decir que todas ellas me hacen PENSAR. Caminar y cocinar aclaran mis ideas, me facilitan la reflexión, me enfrían la cabeza. Y, en efecto, cuando leo y escribo es cuando más pienso. Para simplificarlo entonces, me gusta PENSAR.
Por ello me sentí particularmente identificada con un fragmento de la autobiografía de Diane Keaton (protagonista de muchas de mis películas favoritas), publicado por la revista Harper´s Bazar Argentina en el mes de enero:
A mi madre le encantaban los dichos, las citas y los refranes. Siempre había papelitos con advertencias pegados en la pared de la cocina. Por ejemplo, la palabra PENSAR. La encontré pinchada con una chincheta en el tablón de corcho de su cuarto oscuro… a mi madre le gustaba PENSAR acerca de la vida, especialmente sobre la experiencia de ser mujer. Y también le gustaba escribir a propósito de este tema.
El relato de Keaton referido a su madre me erizó la piel. PENSAR es una actividad fundamental, y es también un gran privilegio. Lo comprendí de repente, por haber vivido en mi familia una enfermedad degenerativa que afecta justamente eso: la capacidad de pensar.
Al continuar leyendo la nota sobre las memorias de Diane Keaton me enteré que, paradójicamente, su madre, la mujer a la que le gustaba PENSAR, vivió sus últimos años agobiada por el Alzheimer:
Empezó una guerra de quince años contra la pérdida de la memoria. Siguió escribiendo. Cuando ya no fue capaz de escribir párrafos enteros, escribía frases. Cuando ya no podía escribir frases, escribía palabras. Cuando se quedó sin palabras, siguió escribiendo números hasta que ya no fue capaz de escribir más.
PENSAR fue la palabra favorita de Dorothy Keaton. Y es también la mía.