Durante toda mi vida, he opuesto firme resistencia frente a todas las costumbres y formalidades que la sociedad impone a las mujeres.
Mi rechazo por las tradiciones opresoras y patriarcales, me llevó a sostener en mi temprana juventud, que yo nunca iba a casarme.
En pocas horas, yo, la feminista militante, dejaré de ser soltera, para convertirme en una mujer casada.
Los años me han demostrado que el matrimonio no tiene sentido en sí mismo, sino que lo tiene en relación a otra persona: el ser amado.
Nunca pensé en conocer a un hombre que entendiera mi compleja mentalidad. Él no sólo me entiende, abraza mis ideales y los comparte.
Este hombre me quiere a pesar de mis miedos y de mis exigencias. Y por sobre todo, toma mi polémica peculiaridad, como el motivo para elegirme.
En breve, voy a reafirmar, frente a Dios, que este hombre es único, amigo, amante y amor de mi vida.
¡Nos vemos a la vuelta!