Les cuento que estoy leyendo el libro de Elizabeth Gilbert: “Comer en Italia, rezar en India y amar en Indonesia”.
Me lo recomendó una amiga. Al principio me pareció un divague total el título y no me tentó mucho. Después leí una crítica en una revista femenina. Decía que el libro es muy bueno y que ha tenido una fuerte aceptación entre las mujeres. Basta con decirles que la Señora Gilbert ha vendido más de cuatro millones de ejemplares. Impresionante ¿no?
La verdad es que recién empiezo a leerlo asique no puedo opinar mucho. En todo caso cuando lo termine les cuento. Por ahora quiero hacer una reflexión preliminar.
La autora es, a su vez, la protagonista del libro. Luego de un divorcio terrible, Gilbert decide alejarse de todo y hacer un viaje de un año. Ella consigue que la editorial en la que trabaja le compre por anticipado un libro que va a escribir sobre su viaje. Elije tres destinos del mapa, y se va. Hasta acá llegué.
Lo que me llama la atención es la capacidad que tienen ciertas personas de hacer un cambio total en sus vidas y, como es este el caso, salir airosas.
Elisabeth lo pierde todo: su matrimonio, sus bienes y su tranquilidad mental. Entonces se embarca en una aventura considerable, y todo le termina saliendo bien: parece que descubre la paz, el sentido de la vida y hasta publica un best seller que le vuelve a llenar los bolsillos.
Honestamente yo no creo en esta alternativa de apretar el botón de reset cuando las cosas se nos van de las manos. Más aún, pienso que es muy difícil que encuentres de esa forma lo que te fuiste a buscar. Realmente no me parece una reacción lógica.
Creo que todas hemos tenido momentos en la vida en los que tenemos ganas de largar todo e irnos lejos. Ahora, si yo le dijera a mi familia y amigos que tengo pensado irme un año a Italia, India e Indonesia a encontrarme conmigo misma, probablemente asuman que he perdido la razón.
Pero yo no soy quien para juzgar a nadie. Parece que hay gente, como Gilbert, que se anima, se manda y, para rematarla, ¡le sale bien!
Por esto, hoy quiero levantar mi copa imaginaria de champagne por estos espíritus desestructurados del mundo ¡Brindo por el valor! ¡Brindo por animarse! ¡Brindo por la oportunidad de empezar de nuevo!