domingo, 31 de octubre de 2010

¿A dónde vamos?


Durante siglos, hombres y mujeres hemos perseguido la felicidad. Pero lo curioso de la felicidad, es que significa diferentes cosas, dependiendo de la persona de que se trate.

Para algunas, la felicidad es casarse y tener hijos. Para otras, la felicidad es el éxito profesional.

Unas pocas, necesitan todo lo anterior.

Y también estamos las que todavía no sabemos bien qué se necesita para ser feliz.

Muchas veces he escuchado que la felicidad no es alcanzar un objetivo, sino saber disfrutar de las pequeñas cosas en el camino. Aún así, necesitamos saber para dónde ir, ¿o no?

Saber quiénes somos y a dónde vamos no es algo sencillo. Hay quienes pasan toda una vida preguntándoselo, sin encontrar respuesta.

Creo que ése es mi mayor miedo. Le temo más a nunca saber qué quiero, que a fracasar en el intento.

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martes, 26 de octubre de 2010

Heridas de mujer


Muchas veces he escuchado decir que la lucha por los derechos de la mujer es un concepto antiguo. Que los atropellos a la integridad femenina son cosa del pasado.

Permítanme decirles, nada más lejos de la realidad.

Podría enumerar cientos de formas de discriminación a la mujer, que aún persisten.

Sin embargo, voy a hablarles de un solo caso. Un caso tan estremecedor, que cuando lo leí en la revista Sophia, no pude evitar llorar.

Waris Dirie, se hizo conocida en un primer momento, por su trabajo como modelo. Pero esta mujer nacida en Somalia, ha dedicado sus días a mucho más que la pasarela.

Es una luchadora incansable, que se dedica a combatir una realidad aberrante, que es la mutilación genital femenina.

Cada año, millones de niñas de algunos países de África y Asia, sufren esta imperdonable injusticia. La misma Waris, fue una de ellas.

Para tomar realmente conciencia de lo que esta práctica implica, quisiera transcribir su relato en primera persona:

“Un día mi madre me dijo: “Mañana es el día de Gudniin” y esa noche recibí doble ración de comida. Cuando el día llegó, no sabía lo que iba sucederme. Fui con mi madre cerca de unos arbustos, donde apareció una gitana, me acostó en el piso y abrió mis piernas mientras mi madre me sostenía los brazos. La mujer sacó una cuchilla rota, poco afilada, mi madre me tapó los ojos con una venda, me puso una raíz en la boca y tomó mi mano. El dolor era indescriptible y yo rezaba para que terminara de una vez, hasta que me desmayé. Cuando desperté la gitana me había cosido y dejado una abertura del tamaño de la cabeza de un fósforo. Ataron mis piernas juntas desde los tobillos hasta la cadera para evitar que la herida se abriera. La herida se infectó y tuve fiebre por varios días, pero fui afortunada porque no morí…”

El testimonio es crudo, pero creo que conocerlo es la única forma de comenzar a entender la magnitud de esta atrocidad.

A Waris le dijeron que todo era para convertirla en una mujer respetada.

Ella siempre sospechó que algo estaba mal, más allá de las costumbres de su tierra natal, y pudo escapar. Pero muchas otras mujeres desconocen que merecen una vida diferente.

Estas cosas suceden cuando perdemos la noción de lo que valemos, de nuestra dignidad femenina.

Si querés apoyar la causa de Waris Dirie, entrá en http://www.waris-dirie-foundation.com/en/
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domingo, 24 de octubre de 2010

Las tres letras


Perdone el lector si mis escritos suenan mucho a queja, pero estoy cansada de toparme cotidianamente, con detalles machistas.

La semana pasada, por ejemplo, me llegó la invitación al casamiento de mi prima.

Lo que me indignó fue que el sobre decía: “Juan Pérez y Sra.” (Aclaro que he alterado el verdadero nombre de mi cónyuge para no involucrarlo personalmente en el presente descargo).

Así es, conozco a mi prima desde que nací, ella me cuidó cuando yo era chiquita y pasé miles de navidades con ella.

Sin embargo, mi nombre no figuraba en la invitación a su casamiento.

Pusieron el nombre completo de mi marido (cuya única relación con mi prima es que está casado conmigo).

A ver. No soy pretenciosa. Me hubiera bastado con mi nombre de pila escrito en el sobre. Pero no, nada.

Ni siquiera se dignaron a ponerme “Señora”. Simplemente “Sra.”

Cuando las mujeres nos casamos, toda la correspondencia dirigida a la pareja va con el nombre del tipo. Y nosotras nos tenemos que conformar con esas tres letras, esas tres miserables letras, para sentirnos aludidas.

Sin palabras.

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martes, 19 de octubre de 2010

El falso feminismo


Hace pocos días, un grupo de mujeres marchaba en la República Argentina reclamando “el derecho al aborto”.

Estas mujeres decían reivindicar el feminismo. Qué curioso.

Yo siempre entendí al feminismo como un movimiento que lucha por el reconocimiento de los derechos de la mujer, con todo lo que ello implica.

Dicen que las mujeres somos más intuitivas y sensibles, características necesarias para lograr la virtud más alta de todas: la justicia.

Afectar directamente los derechos de una persona inocente no es justo. Matar no es justo. El aborto no es femenino. Por lo tanto, no tiene nada que ver con el feminismo.

Reconozco que hay un problema instalado, pero la solución no es salir a matar bebitos.

La anticoncepción existe para evitar embarazos no deseados. Siempre es mejor prevenir.

Salvo en casos muy extremos, no me parece que interrumpir un embarazo sea un derecho de nadie. Porque nadie tiene derecho sobre otros.

Es paradójico que las mujeres, generadoras de vida, estemos hoy luchando contra ella.

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jueves, 14 de octubre de 2010

¿Cremas milagrosas?


Ayer estaba leyendo el prospecto de mi nueva crema para la cara.

Si, ahora estoy con todo este tema de las cremas hidratantes anti edad. Me faltan algunos años para los treinta y hay que empezar a cuidarse.

Ustedes dirán que soy una exagerada, pero más vale prevenir que curar.

En fin, resulta que estaba leyendo las indicaciones de la crema y algo llamó poderosamente mi atención.

Parece que esta crema que me compré suaviza los efectos en la piel de las principales causas de envejecimiento. Y resulta que la principal causa es el estrés emocional.

Me quedé pensando. Si realmente es así, entonces estamos en el horno. No hay crema que aguante. Es un divague.

Puedo comprarme la idea de que la crema combate los efectos del clima y la contaminación ambiental.

Ahora, pensar que este pequeño pote de crema va a poder con todo mi estrés cotidiano, ¿Qué se creen, que soy idiota?

Salvo que la crema se aplique directamente sobre el cerebro, generando una acción sedante, dudo que pueda amortiguar los efectos de mi estrés emocional.

Así que a menos que inventen una crema que vaya a la oficina por mí, señores de la industria cosmética internacional, no cuenten conmigo para volver a pagar precios ridículos por cremas charlatanas.
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martes, 12 de octubre de 2010

Una habitación propia


Siempre he sido una mujer poco convencional. Además, he tenido la suerte de conocer a un hombre que comparta mis ideas.

Desde el principio de nuestra relación, siguiendo a mi querida Virginia Woolf, él y yo decidimos que queríamos tener cuartos separados. Hoy, casados y con una casa en común, nuestra intención se ha materializado.

Dormir con el ser amado es una sensación muy linda. Una se siente protegida. De hecho, la mayoría de las noches mi marido y yo dormimos en la misma cama.

Aún así, creo que realmente es aconsejable que cada persona de la pareja tenga su propio espacio.

Mi cuarto es 100% yo. Tengo mis libros de derecho, mi literatura femenina y mis toneladas de zapatos.

El cuarto de mi marido es 100% él. Está Tolkien, Willbur Smith, Edgar Allan Poe y todos sus ídolos.

Él puede jugar a su odiosa play station sin que yo lo moleste, y yo puedo ver Sex and the City hasta altas horas de la madrugada.

Cuando no me siento muy sexy, duermo sola en mi cama. De esta forma evito tener que estar impecable todas las noches.

Cada persona es una individualidad y no me parece sano tener que dormir siempre juntos. Más aún, teniendo en cuenta lo íntimo que es el descanso.

La privacidad es un bien que hay que cuidar, ya que ayuda a mantener el misterio.
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jueves, 7 de octubre de 2010

Cómo insultar a una mujer


Hace unos días iba caminando por la calle y pasé por al lado de una pared blanca en la que podían leerse dos frases. Una de ellas iba dirigida a un ex presidente, la otra apuntaba a la actual presidente de la Nación.

La primera decía simplemente: “Pirulito: Ladrón”. La segunda, mucho más chocante, “Pirulita: yegua puta”. Sepa el lector disculpar que reproduzca estas palabras, pero resulta necesario para ilustrar mi punto de vista.

Este grafiti me hizo pensar en el tema de los insultos.

En todos los ámbitos, no sólo en la política, cuando se insulta a un hombre, se lo ataca por lo que efectivamente es criticado: ladrón, corrupto, degenerado, etc.

Ahora bien, cuando se quiere agraviar a una mujer, se recurre sistemáticamente a su sexualidad: puta, yegua, perra, etc.

Incluso cuando realmente se quiere herir a un hombre, se utilizan expresiones injuriantes para con la madre o hermana de éste. Sin embargo, nada suelde decirse de las elecciones sexuales del hombre (salvo cuando se usa la homosexualidad como insulto, que realmente no es tal).

Pareciera que para los hombres ser promiscuo no es malo, pero para nosotras sí lo es.

Perdonen que sea insistente pero, ¿no les parece misógino? ¿No es esta, acaso, otra forma más de reducir a la mujer a su vida sexual?

Yo no defiendo las políticas públicas de la Presidente. Es más, no las comparto. Sencillamente creo que si nos van a insultar, las mujeres merecemos al menos un poco más de creatividad.
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domingo, 3 de octubre de 2010

Ser caballero no es retro


Hay quienes tienen serias dificultades para diferenciar machismo de caballerosidad.

A esta altura de la historia ya todos sabemos que hombres y mujeres tenemos las mismas posibilidades. Pero eso no quiere decir que a nosotras no nos guste que nos mimen.

A ver si soy clara, obviamente tengo la capacidad de abrir la puerta del auto, aún así me gusta que mi hombre la abra por mí.

También puedo comprarme un par de zapatos, pero me encanta que me los regalen.

Las mujeres somos seres delicados y elegantes (o deberíamos serlo), y como tal es lógico que seamos consentidas por los hombres.

Ser caballero no es retro.

¡Que nunca se acaben los ramos de flores, las comidas a la luz de las velas y las frases galantes!
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